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Uno, dos, tres


Se trata de una comedia del exitoso Billy Wilder rodada en blanco y negro con el escenario del Berlín dividido entre el este y el oeste justo antes de que se levantara el muro. La comedia tiene un ritmo trepidante y las historias se van entrecruzando a medida que el guión pone de manifiesto una enmarañada urdimbre llena de engaños y falsas interpretaciones, que el espectador puede seguir sin sentirse demasiado confundido por las apariencias.
El papel protagonista está representado por «Mac» MacNamara (James Cagney), un ambicioso ejecutivo de la multinacional Coca Cola que aspira a ser el representante máximo de la compañía en Europa, para lo cual negocia la introducción del famoso refresco en los dominios de la Unión Soviética. Su forma de dirigir el negocio es lo que da título a la película, dado que siempre está realizando listas de tareas que dicta a sus esforzados colaboradores: “uno, dos, tres, …”.

Los engaños se suceden a medida que van apareciendo nuevos personajes, desembocando en una escena, en la sala de reuniones de Coca Cola-Berlín, donde se disfraza a un convencido comunista en un prometedor ingeniero capitalista proveniente de familia aristocrática, convirtiéndolo en el candidato ideal para emparentarse con la aventurera hija del presidente de la compañía.
Finalmente, el engaño va mucho más allá de las pretensiones del protagonista y, en vez de ascender al puesto ambicionado, se tendrá que conformar con un puesto más acorde con las expectativas de su esposa, con lo cual salva su matrimonio (el máximo puesto europeo le será ofrecido al yerno transformado, que tan buena impresión ha causado al presidente). Es el primer ejemplo cinematográfico que conozco del principio de Peter, una obra de gran repercusión en los años 70 que describe lo que pasa con los ejecutivos de una gran corporación cuando llegan a su nivel de incompetencia: en este caso, le premian con lo que Peter definió como un “arabesco lateral”.

La lista incompleta de engaños que se tratan en la película alcanza los siguientes tópicos: los nazis democratizados, las clases de alemán con la secretaria, el trato con los rusos, la falsa Coca Cola, el ansiado ascenso malogrado por la mala suerte, la hija virtuosa que viaja por Europa, la falsa denuncia del comunista, el marido reconvertido a capitalista, la denuncia entre los antiguos compañeros soviéticos, el engaño al mandamás de Coca Cola, etcétera, etcétera.

@salenko1960

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El puente de los espías (aviso de spoiler)

Con todo el oficio que arrastra Steven Spielberg, no le fue difícil hacer en 2015 una buena adaptación de los hechos acaecidos entre 1957 y 1960: la captura del espía soviético Rudolf Abel y el incidente del avión espía U-2.

Tom Hanks encarna al abogado James B. Donovan, al que las autoridades estadounidenses le encargan la defensa de Abel. Con ello pretendían dar al mundo una lección de ecuanimidad otorgando un juicio justo al odiado espía.

Es interesante el manejo que Donovan hace del concepto de “quedar expuesto”, dado que él provenía del mundo de los seguros y hay que tener en cuenta que los acontecimientos se desarrollan en un momento crítico para el equilibrio del terror. La cuestión primordial en este periodo era conocer de forma fiable el potencial destructor del otro bando. Dado que ambas superpotencias disponían de su propia red de espías, el abogado considera que ejecutar a Abel supone acabar con la única baza para poder contrarrestar el riesgo ante una hipotética captura de un espía norteamericano en suelo ruso. Esta visión propia de un hombre de seguros es lo que salva la vida del espía soviético.

Poco tiempo después se produce la situación hipotética, cuando el piloto Gary Powers es capturado por los soviéticos y condenado por espía en un gran juicio. La CIA le encarga a Donovan que se ocupe extraoficialmente del intercambio entre Abel y el comandante del U-2  derribado.  Cuando se prepara el intercambio, un estudiante norteamericano queda atrapado en el lado equivocado del recién levantado muro de Berlín y Donovan incluye a este infortunado estudiante como parte de su misión, aunque para ello deba contrariar los deseos de la CIA y de los servicios policiales de la República Democrática Alemana.

Su habilidad y experiencia como abogado de seguros se sobrepone a los intereses de los servicios secretos. Precisamente el manejo de una situación peligrosa derivada de no saber con certeza la posición de la parte contraria es lo que Donovan controla mejor que los espías más experimentados.

Esta confrontación entre la parte militar, los servicios secretos y la diplomacia fue una constante durante la Guerra Fría. Hasta que la tecnología permitió conocer con certeza los pasos que se daban en el bando contrario (para ello los satélites espías cumplieron una función fundamental), los gobernantes debían tomar decisiones con información incompleta. Esta situación se prolongó al menos hasta el año 1977, con la llegada a la CIA del almirante Stansfield Turner.

Otro de los aspectos meritorios de la película es la recreación del puente de Glienicke, donde se produjeron los intercambios. Ese ambiente gélido y de desconfianza mutua se mantiene hasta que se recibe la noticia de la llegada al Checkpoint Charlie de la comitiva que acompaña al estudiante retenido por la RDA.

La treta que se maneja en esta película es la de esconder la información que se ha obtenido de los espías. Si un espía es neutralizado por el enemigo, ¿qué motivación puede mantenerle fiel al país para el que trabaja? Si sabe que su destino es la muerte, no parece aconsejable quedarse callado sin revelar sus contactos. Si confía en que será intercambiado con otro agente del bando contrario, su confianza en mantenerse en silencio puede resultar de utilidad, al menos durante algún tiempo.

@salenko1960