¿Qué supuso la GF para la civilización occidental? Esta es una pregunta que sólo se puede responder con fórmulas complejas. En el contexto africano, parece apropiado hablar de que la Guerra Fría supuso el inicio de los procesos de descolonización que dieron la puntilla a las aspiraciones coloniales de las potencias europeas, precedidas por dos guerras mundiales. La creación de la ONU supuso la salvaguardia de la resolución política de los conflictos, aunque no siempre se pudo evitar el recurso a las armas. Para la mayoría de los países asiáticos, supuso un largo periodo de industrialización que determinó la fórmula para acceder a la vida modernasin pagar el mismo precio que las potencias occidentales por imponer sus ideales de modernidad.
Desde el punto de vista de ambos contendientes, su influencia a escala global les llevó a un protagonismo que, seguramente, ninguno de los dos bandos se había planteado. Fue una forma de ocupar una posición hegemónica pese a que ello suponía desatender las cuestiones de régimen interior.
En una perspectiva europea, supuso lo contrario. Dejamos de estar en el primer plano de la geopolítica para ser, en algunas ocasiones, un peón en el inmenso tablero de juego; en otras, un soldado fiel y disciplinado para uno de los dos bandos, hasta que se produjo la toma de conciencia del riesgo a perderlo todo. Tal vez fuimos los primeros en darnos cuenta de que la tercera guerra mundial sería la última que libraría la humanidad antes de extinguirse mutuamente y dejar paso a un linaje de cucarachas resistentes a la radiactividad.
Sin embargo, el debate ideológico se fraguó en el viejo continente. Marx fue un filósofo positivista que alumbró una manera científica de dar sentido a la evolución histórica. Si tenía o no tenía razón es algo que todavía se discute, pero de lo que no cabe duda es que su discurso caló muy hondo en decenas de generaciones de todas las latitudes.
Hoy todavía cabe preguntarse si es posible concebir un mundo más justo y respetuoso con los recursos disponibles, una utopía que permita dar sentido a la existencia humana por encima de nuestras diferencias individuales. Una civilización que haga posible el principio de “a cada cual, según sus necesidades; de cada cual, según sus capacidades” sin comprometer los derechos civiles de los colectivos sociales ni la dignidad de ningún habitante por discrepar activamente de la forma de gobierno. Esa civilización podría dar forma a una sociedad que permitiese sin restricciones la manera elegida por cada ciudadano para alcanzar su plenitud sin necesidad de hacer de menos a nadie, logrando el equilibrio perfecto de iniciativa privada y responsabilidad colectiva para lograr el avance de las condiciones de vida de toda nuestra especie.
Para intentar encontrar una respuesta a la pregunta de qué fue lo que falló, yo aporto mi particular punto de vista sobre los enfrentamientos personales que se dieron entre los grandes líderes de las dos superpotencias. Analizando psicológicamente sus perfiles y personalidades, tal vez podamos descubrir las lecciones útiles que podemos extraer para encarrilar nuestro camino hacia un puerto más fructífero, acercándonos esperanzadoramente al futuro.
Las cuatro singladuras que propongo desarrollar comienzan con la confrontación entre Truman y Stalin, dando pie a la etapa inicial de la Guerra Fría. La segunda enfrenta a Kennedy con Krushchev, alcanzando su punto álgido en la crisis de los misiles de Cuba. La siguiente abarca el proceso de distensión que lograron Nixon y Brézhnev. La última será la que puso los cimientos del final de la guerra, la relación de amor y odio entre Reagan y Gorbachov.
Todos estamos en condiciones de juzgar los comportamientos humanos de estas personas, porque todos hemos sido víctimas de sus manejos y sus intrigas. Más allá de los afanes revanchistas, tal vez acertemos a vislumbrar un horizonte de posibilidades para mejorar las cosas, no ya para nuestra generación, pero sí para las futuras.
@salenko1960