Categorías
Películas

La caza del Octubre Rojo, 1990.

Engañando a todo el Imperio.

¿Cómo engañar a los tuyos para poder desertar con la nave más avanzada de la marina de guerra soviética?

El director John_McTiernan basa su historia en el famoso libro de Tom Clancy con el que éste inicia su serie de novelas (centradas en el agente de la CIA Jack Ryan, interpretado por Alec Baldwin). Está basado en parte en la historia del capitán Jonas Pleškys que desertó en 1961 con su nave.

En este caso, la reacción del mando soviético es previsible, convencer a los norteamericanos de que sus intenciones son hostiles y de que deben cazarlo antes de que dispare sus misiles nucleares [lo último que yo haría es enviar una carta al mando de la flota contándole mis intenciones, porque es posible que haga algo para impedirlo]. Pero aún y todo, el capitán Ramius (Sean Connery) tiene recursos más que suficientes para eludir y neutralizar los intentos de destrucción que se despliegan en su contra.

El papel de Ryan consiste en ser el único capaz de acertar con las intenciones de Ramius y llegar a tiempo para convencer al capitán Mancuso (Scott Glenn ), de que no utilice la fuerza de su nave y  de que incumpla las órdenes del mando (lo que permitiría a la CIA analizar la novedosa tecnología de propulsión que impulsa al Octubre Rojo).

Cuando el Imperio soviético estaba a punto de derrumbarse, esta película nos recordaba las intenciones guerreras de una parte del Ejército Rojo. Gorbachov ya había tomado nota de esta circunstancia al producirse el incidente de la avioneta de Mathias Rust (el que aterrizó en la Plaza roja poniendo en evidencia el sistema soviético de alerta aérea). Esta descomposición interna de la URSS es lo que explico en la entrada que denomino la “Cuarta singladura”.

@salenko1960

Categorías
Blog

Tercera singladura, Brezhnev – Nixon 1969 1974

SITUACIÓN PREVIA

En el año 68, la situación en la URSS se había consolidado tras el golpe que derrocó a Jrushchov, en EEUU se presentaba a las elecciones presidenciales un viejo conocido del partido republicano, nuestro protagonista Richard Nixon. Mientras que en Europa se producen las manifestaciones de descontento obrero-estudiantil conocidas como “el mayo del 68”, su correlato en la zona oriental se convierte en un frente por el pluralismo que busca abrir una brecha que permita la libre expresión de ideas rompiendo el monolitismo del partido único, hasta que Brezhnev acabe manu militari con este movimiento.

En China, tras la debacle de la revolución cultural de 1966, se empieza a forjar un sentimiento antisoviético que se ve respaldado por la actuación de Brezhnev en Checoslovaquia y su justificación moral “cuando hay fuerzas que son hostiles al socialismo y tratan de cambiar el desarrollo de algún país socialista hacia el capitalismo, se convierten, no sólo en un problema del país concerniente, sino en un problema común que concierne a todos los países comunistas”. Uno de los clientes soviéticos en Asia es Vietnam, donde la guerra se ha intensificado sin que se produzca un avance reconocible de las fuerzas norteamericanas.

Al contrario, la población estadounidense se manifiesta en contra de esta guerra que expone al sufrimiento y a la muerte a la población más joven y de clase humilde. Nixon promete en campaña acabar con ella. Otro asunto interno era el desarrollo de los derechos civiles que habían sido otorgados por el presidente Johnson pero que no significaron el final de los asesinatos ni de los disturbios, fueron años de agitación social que movilizaron a los votantes republicanos.

En la carrera espacial, EEUU toma la delantera con el proyecto Apollo, mientras que en la URSSS fallece en 1966 el ingeniero jefe de su proyecto espacial, Serguéi Koroliov. Desde ese momento se suceden los fracasos misilísticos más significativos, lo que no impide que el régimen soviético alcance la paridad en armamento nuclear con los EEUU.

EL PERFIL DE BREZHNEV

De orígenes humildes, Leónidas Brezhnev accede al poder con 57 años, es el primer comandante en jefe educado en parte dentro del comunismo. Se le considera un estalinista, aunque no continuó fidedignamente con la política de Stalin porque las circunstancias eran distintas. Le toca vivir la Gran Guerra Patria como oficial porque se mantuvo fiel al ideario del partido, la guerra le trasforma profundamente pero no acaba con su carácter jovial y entusiasta. De su padre asume los males del fascismo, convirtiendo un dicho suyo en un asunto recurrente para su desempeño político, lo llamaron “el sermón de la montaña”.

Cuando fue nombrado Secretario General casi nadie esperaba mucho de él, tan solo que acabase con las incongruencias de su antecesor. Buscó una asociación de conveniencia y la encontró en las figuras de Andrei Gromiko (Ministro de Exteriores) y de Yuri Andropov (Director del KGB). Como línea estratégica, se propuso evitar la guerra con EEUU a toda costa y buscar el reconocimiento internacional.

Los tiempos en los que la dirección autoritaria era inevitable dentro de un sistema rígido habían pasado, dentro del Politburó (nombre con el que se volvió a nombrar el máximo órgano de gobierno en la URSS) cabían distintas posturas. Una de ellas era la de los militares radicalizados, partidarios de una confrontación directa con el Capitalismo y con los más moderados. Las discusiones eran “a cara de perro” y el papel del líder era más propio de un apaciguador que de un dictador. Ese papel le encajaba perfectamente a Brezhnev porque detestaba los enfrentamientos y los extremismos.

Durante la crisis de Checoslovaquia en 1968, se vio un Brezhnev muy inseguro, con temblor en las manos. De esa época se deriva su afición a tomar tranquilizantes, lo que acabaría siendo un hábito devastador para su salud.

Para promocionar su imagen en el exterior, cultivó una provechosa relación con Willy Brandt (Canciller de la RFA) y acabaron siendo amigos, hasta el punto de celebrar la caída de Walter Ulbricht al frente de la RDA. Acabaron firmando un pacto de no agresión y propiciaron un acuerdo de colaboración entre las dos Alemanias.

En relación con los EEUU, apoyó la retirada de Vietnam y trató con mucha deferencia al consejero de seguridad nacional Henry Kissinger, lo que favoreció la distensión entre las dos superpotencias. Mientras que en política interna se mantuvo siempre como un obstinado antirreformista. En su relación con Nixon, hubo un alto grado de entendimiento debido a que Brezhnev se encontraba en plena forma y mostró todas sus habilidades como negociador. Las personalidades de ambos acabarían coincidiendo progresivamente.

Como líder, tomó conciencia de sus limitaciones y compensó su inseguridad con su proyecto de distensión, lo que le llevó a lograr un apoyo abrumador en el pleno de abril de 1973. Podemos considerar que Brezhnev fue un paso necesario para la transición a Gorbachov.

EL PERFIL DE NIXON

Richard Nixon provenía de una familia humilde y muy religiosa de California, era el segundo hijo varón, pero su hermano murió debido a una enfermedad pulmonar. Desde pequeño aprendió el valor del esfuerzo y el sacrificio y destacó por su gran tesón en los estudios. Tuvo que conformarse con estudiar Derecho en una universidad modesta, aunque, si hubiese tenido dinero suficiente, podría haber entrado en Harvard. Esta característica de tener que competir con hijos de papá a los que se les abren todas las puertas, le acompañaría en buena parte de su carrera política.

Su carácter competitivo le llevó a jugar al fútbol americano, pese a que no disponía de un gran físico, compensaba su escasa potencia con una tenacidad a prueba de bombas. Otro aspecto determinante para su carrera es que se alistó en la Armada durante la segunda guerra mundial, para disgusto de su madre, quien, como cuáquera que era, hubiese preferido que mantuviera el pacifismo propio de su religión. Allí aprendió a jugar al póker y destacó por su capacidad de jugar de farol.

En cuanto se le propuso entrar en política, puso de manifiesto que sabía cómo ganar a sus oponentes, manteniéndose centrado en la campaña y mostrándose despiadado en los debates. Destacó por ser un anticomunista convencido, logrando arruinar la carrera de algunos de los que se cruzaron en su camino, incluso deformando la verdad, lo que le hizo merecedor del apodo de Tricky Dick (Richard el tramposo).

Sus carencias a la hora de fomentar unas relaciones sociales saludables le llevaron a no mostrar fácilmente confianza hacia los demás. Desde joven le había costado hacer amigos, aunque siempre fue admirado por su espíritu ganador, pero, cuando desafió a la prensa liberal, todos sus logros se vieron minusvalorados por sus debilidades morales y su tendencia a no ser completamente honesto. Aunque el juicio histórico no resulta favorable para Nixon, dado que fue un presidente que tuvo que dimitir por su mala praxis en el caso Watergate, lo cierto es que hizo cosas muy valiosas para América y para asegurar la paz mundial.

ACONTECIMIENTOS

Pese a que Nixon tenía un pasado claramente anticomunista, en política prefirió ser pragmático. Aprovechó el acercamiento con la URSS para evitar el riesgo de un conflicto directo y para racionalizar el gasto militar que acarreaba la carrera de armamentos y el costosísimo conflicto de Vietnam. Este periodo de acercamiento entre los dos contendientes fue bautizado como “distensión” (detente en francés).

Para acabar con esta guerra, Nixon nombró Consejero de Seguridad Nacional al profesor de Harvard Henry Kissinger. La crítica de éste a la manera en que las anteriores administraciones habían gestionado el asunto de Vietnam le llevó a proponer una compleja solución a tres bandas. Por un lado, había que involucrarse con los chinos para debilitar las vías de suministro del Vietcong, para ello era mejor impulsar las vías diplomáticas. Por otro lado, aprovechar el contexto geopolítico que se creaba con la distensión para acercarse a los soviéticos, debilitar la postura intransigente de los nordvietnamitas y obligarles a ocupar posturas más flexibles en las conversaciones de paz. Por último, negociar con el Vietcong una salida honrosa para el ejército norteamericano que permitiera un régimen anticomunista en Vietnam del Sur.

Nixon no tenía ninguna intención de abandonar el régimen del militar Nguyen Van Thieu pese a tener muy poco de democrático, pero tenía claro que el conflicto tenía que acabar. Hanoi (capital del norte) no aceptaba un Vietnam dividido y consideró la disminución de las tropas norteamericanas un incentivo para no alcanzar acuerdo de paz alguno. Sin anunciarlo públicamente, trató de debilitar al ejército nordvietnamita bombardeando sus bases en la vecina Camboya (la conocida como ruta Ho Chi Minh), esto le predispuso en contra de Kissinger y de los políticos de Washington. El resultado fue contrario a los intereses de EEUU, cuando las tropas se retiraron de Camboya, la mitad del país estaba en manos de los comunistas “jemeres rojos” (mucho más fanatizados que los nordvietnamitas).

Mientras tanto se estaban produciendo ciertos avances diplomáticos en la estrategia triangular de Kissinger. Los chinos presionaron discretamente al Vietcong para que llegasen a acuerdos con EEUU en las conversaciones de París. Al quedar estabilizada la situación militar, Nixon pudo asistir a la cumbre de Moscú, en mayo de 1972 (donde se firmaron los acuerdos SALT). A la vuelta se encontró con el rechazo de Thieu a poner el destino de Vietnam del Sur en las manos de un comité electoral (el Vietcong ya había ocupado zonas del Sur), por otro lado, la paciencia de Kissinger con los nordvietnamitas ya se estaba agotando. Nixon decidió desencadenar los ataques más devastadores durante doce días para obligar a los nordvietnamitas a volver a la mesa de negociación. Su índice de popularidad cayó en picado.

Finalmente, Kissinger y Le Duc Tho resolvieron las diferencias que les separaban (por lo que ambos fueron nominados al premio Nobel de la Paz) y firmaron unos acuerdos de paz que resultaron desastrosos para el gobierno de Vietnam del Sur, Hanoi siguió tan decidido como siempre a conquistar militarmente el Sur (como ocurrió en 1975).

La cumbre de Moscú fue un momento destacado para la distensión. Brezhnev había convertido la idea de paz en su proyecto vital, Nixon estaba dispuesto a admitir el statu quo en la Europa oriental y ambos pretendían poner freno a la carrera de armamentos para aligerar sus gastos de defensa, aunque los dos bandos trataron de amañar la competición.

La doctrina de Richard Nixon estaba basada en la respuesta flexible de Kennedy, EEUU podía hacer una guerra y media pero los aliados debían implicarse más para responder a una agresión convencional. Uno de los obstáculos de las primeras conversaciones fue la idea de incluir o no las armas defensivas en estos diálogos. El tratado sobre Misiles Antibalísticos (ABM) preservó la capacidad de respuesta de las dos superpotencias, al evitar las inspecciones in situ se evitó otro de los obstáculos que se habían dado en el pasado (los satélites espías ya funcionaban con total normalidad). Las conversaciones también incluyeron una serie de medidas económicas que pretendían ampliar los vínculos económicos, se autorizó la compra de cereales norteamericanos, se prometió el pago de la deuda contraída por la compra de armamento norteamericano durante la segunda guerra mundial y se propuso otorgar a la URSS el estatuto de nación más favorecida.

En junio de 1973 se volvieron a reunir los dos líderes en Washington, fue el momento de máximo apogeo de la distensión. Se acordaron medidas para prevenir una guerra nuclear y se establecieron unas consultas urgentes para solucionar las crisis que se pudieran dar. Precisamente este aspecto fue uno de los que hizo saltar por los aires estos acuerdos cuando estalló la guerra del Yom Kippur, en octubre de 1973. Ambos bandos se saltaron la promesa mutua de evacuar consultas antes de actuar. Oriente Próximo siguió siendo una zona de máxima tensión durante el resto de la Guerra Fría.

La oposición a Nixon aprovechó estos acuerdos para minar su reputación como estadista y propusieron una enmienda a la Ley de comercio que prohibía conceder el estatuto de nación más favorecida a un país cuya economía no fuera de mercado. Esta enmienda se relacionó con los impedimentos que ponía el Kremlin a la emigración de judíos desde la URSS a Israel. La votación de esta enmienda supuso una derrota significativa para Nixon y Kissinger llegó a advertir que pondría en riesgo todo el proceso de la distensión. Efectivamente, este incumplimiento llevó al Kremlin a negarse a pagar las deudas contraídas y fue el principio del fin de esta etapa de acercamiento.

Pero Brezhnev también tenía su propia oposición, los conservadores más recalcitrantes del Kremlin veían la distensión como un caballo de Troya que alentaba a los disidentes del régimen. Uno de los más destacados fue Alexander Solzhenitsin, escritor célebre por las obras que había escrito a raíz de la invasión de Checoslovaquia y que desafiaban a los máximos dirigentes. En 1970 le designaron para el Premio Nobel y el autor, a diferencia de Pasternak, decidió aceptarlo. El Kremlin debatió qué hacer con él pero no querían convertirlo en un mártir de las élites culturales. En el verano de 1973 el KGB le confiscó su obra más conocida en Occidente, Archipiélago Gulag. En ella Solzhenitsin describe las torturas a las que fue sometido en un campo de trabajo (gulag) para confesar “lo que no había hecho”, las humillaciones a las que se sometía a los prisioneros para romper su resistencia y convertirlos en seres humanos embrutecidos y desconfiados. Estas prácticas del periodo estalinista él las vivió después de la muerte de Stalin y formaban parte de una cara oculta del régimen de la que no se podía hablar en público. Finalmente, Brezhnev accedió a que se le juzgara, pero Andropov le evitó ese trago logrando que Alemania Occidental le concediese asilo político.

Las carencias de honestidad de Nixon ya empezaban a ocasionarle problemas, uno de ellos fue la elección de un marxista como presidente de Chile y la solución que adoptó para este asunto engorroso, orquestar con la CIA un golpe militar que acabó con la vida de Salvador Allende y la implantación de una dictadura militar en la figura del general Augusto Pinochet. Sin embargo, el obstáculo más importante fue la decisión de ocultar su responsabilidad en el asunto Watergate.

Durante la campaña para su reelección, Nixon decidió tratar este asunto como si se tratase de una guerra, la información se convirtió en una cuestión clave y no dudó en alentar el espionaje del partido demócrata. Cuando los “fontaneros” de la Casa Blanca fueron detenidos en el Hotel Watergate (donde se celebraba la convención demócrata), Nixon negó cualquier relación con este hecho y ganó las elecciones con amplia mayoría. Las investigaciones posteriores fueron descubriendo que la Casa Blanca no era tan inocente como pretendía Nixon, a falta de encontrar la “pistola humeante” en la que el Presidente ordenaba las escuchas, se supo que Nixon grababa casi todas las conversaciones que mantenía con sus colaboradores en el despacho oval. En otras palabras, no se fiaba de nadie.

Las investigaciones periodísticas que se publicaban en el Washington Post (por parte de los periodistas Bob Woodward y Carl Bernstein) minaban la credibilidad de Nixon ante sus votantes. Se abrió una investigación y se le pidió que aportara las grabaciones, a lo que el presidente se negó alegando razones jurídicas. El caso llegó al Tribunal Supremo, que dictaminó la procedencia de la entrega de esas grabaciones. Cuando la Casa Blanca entregó las cintas se constató que en una de ellas había un vacío de 17 minutos, el resto de las cintas pusieron de manifiesto los tejemanejes que hacía Nixon para ocultar sus intenciones al resto de agencias de seguridad. Poco después, ante la amenaza de impeachment[i], Nixon decidió dimitir el 9 de agosto de 1974, poniendo fin a un mandato que, de no haber tenido este final, podría haber pasado a la historia como el que más se acercó a terminar con la Guerra Fría.

El tándem Brezhnev-Nixon no ha sido justamente valorado porque ninguno de los dos despertaba simpatías en el panorama internacional, uno por estalinista, el otro por inmoral. Sin embargo, fue un momento de entendimiento entre dos mandatarios en el que, por razones de edad y por cuestiones de personalidad, se pusieron las bases para un final incruento del conflicto, se empezó una colaboración muy provechosa en materia de exploración espacial y se adoptaron tácticas de entendimiento que influyeron en la manera de negociar con bandos secularmente enfrentados como, por ejemplo, empresarios y trabajadores. Cuando la firmeza en las posiciones deja paso al diálogo sobre intereses y necesidades, los representantes de los bandos encuentran un terreno abonado para alcanzar acuerdos, ese pudo ser el legado de esta etapa, pese a que sus máximos dirigentes no lo supieran aún.

@salenko1960

[i] Procedimiento por el que los representantes del pueblo pueden cesar al Presidente ante graves situaciones como haber mentido a la nación.

Categorías
Blog

Segunda singladura: Jrushchov – Kennedy. 1961-1963

En esta segunda entrega se describe el episodio álgido de la Guerra Fría, la Crisis de los misiles de Cuba. El mundo se asomó al abismo de un conflicto nuclear cuando ambas superpotencias habían desarrollado armamento termonuclear con misiles de alcance medio e intercontinental, capaces de alcanzar las principales ciudades de ambas naciones.

SITUACIÓN PREVIA

Tras la muerte de Stalin en la URSS se impuso una dirección colectiva en la que pronto destacó la figura de Jrushchov sobre los otros aspirantes. En febrero de 1956 el Secretario General pronunció un discurso secreto ante el plenario del XX Congreso del PCUS, en el que criticó el culto a la personalidad de Stalin y censuró los fracasos del zar rojo. Este discurso se difundió entre los ambientes comunistas y se filtró a la inteligencia norteamericana, pese a lo cual el presidente Eisenhower siguió desconfiando de las intenciones soviéticas.

En este periodo se había producido una cierta estabilización de la Guerra Fría, los dos contendientes admitían la división de Alemania y eran muy conscientes de la capacidad destructiva de las armas nucleares. Los sistemas de reparto (delivery) se habían beneficiado de los avances misilísticos y ya no era necesario disponer de una gran flota de aviones porque los misiles se podían lanzar desde submarinos o bases en tierra con un alcance cada vez mayor.

El traslado de la confrontación entre comunismo y capitalismo a la periferia había incorporado a la China continental como un elemento desestabilizador, porque Mao estaba dispuesto a padecer un ataque nuclear con tal de recuperar Taiwán. Winston Churchill volvía a ser primer ministro en Gran Bretaña y se daba cuenta de la necesidad de reducir las tensiones entre rusos y americanos por el bien de la estabilidad de Europa. Los bloques militares se organizaron en las dos grandes estructuras, la OTAN y el Pacto de Varsovia, ninguno de los dos bloques pretendía iniciar las hostilidades pero la respuesta de “represalia masiva” se convirtió en el eje de la política de defensa de EEUU.

Los republicanos habían superado las heridas del Macarthismo y consideraban que la política de contención había sido un error, porque ponía a miles de personas en riesgo de caer bajo el dominio de una dictadura despiadada que despreciaba los derechos individuales. Las acciones encubiertas de la CIA se prodigaban porque evitaban el gasto que suponía disponer de tropas regulares convencionales, sus efectivos se multiplicaron por tres. El lanzamiento del primer satélite artificial por parte de la URSS, el Sputnik, significó una advertencia para la administración norteamericana porque la guerra se podía desplazar a un nuevo escenario, el espacio exterior. Los avances tecnológicos producidos por los científicos soviéticos llevaron a Jrushchov a vaticinar que pronto EEUU se vería superado en prosperidad por la URSS. Este optimismo no se debilitó cuando el Secretario General visitó oficialmente los EEUU en otoño de 1959 y viajó por sus ciudades y centros de producción.

Cuando parecía que se estaban aproximando las posturas entre los dos mandatarios y se celebraba una cumbre en París, se produjo el derribo de un avión espía U-2 en el espacio aéreo soviético y Jrushchov reaccionó de forma airada exigiendo disculpas por este hecho a Eisenhower quien no reconoció los hechos. Era el otoño de 1959 y al año siguiente se produciría el relevo en la presidencia de EEUU donde aparecería un joven católico, avalado por acciones heroicas durante la Segunda Guerra Mundial y que daría la réplica al comportamiento vehemente del Secretario General soviético.

LOS RASGOS PSICOLÓGICOS DE NIKITA JRUSHCHOV

Jrushchov nació en 1894 en una pequeña población rusa cerca de la frontera con Ucrania. De origen humilde, tuvo que dejar los estudios y trabajó como obrero y minero hasta que se afilió al Partido y se dedicó en cuerpo y alma a la revolución. En la segunda guerra mundial tuvo un papel destacado en el sitio de Stalingrado. Cuando murió Stalin se decidió crear una troika de dirigentes entre los que figuraba Jrushchov y en la que ninguno de los tres destacaba por sus capacidades oratorias. Poco a poco, Jrushchov se fue deshaciendo de sus otros dos competidores hasta que, dos años después de la muerte de Stalin, logró convertirse en el líder supremo de la URSS.

Su carácter era tosco, austero y volátil. Pese a que intentó retomar sus estudios como ingeniero no logró terminarlos, aunque sí demostró una gran creatividad para resolver problemas complejos. Su inteligencia se basaba mucho más en su intuición que en una mente estructurada, lo que le llevaba a cambiar de criterio en cuestiones fundamentales. Sus orígenes campesinos no le impidieron forjar una personalidad optimista por naturaleza. Algunos de sus críticos señalan de él que era muy poco diplomático y que, como negociador, tensaba la cuerda en exceso. Su relación con el Presidente Kennedy en un primer momento fue difícil porque menospreció sus capacidades, lo consideraba un niño rico mimado. Posteriormente esta relación mejoró porque su capacidad de reacción a los envites que él le lanzaba le sorprendió.

Uno de los ejes de su política fue distanciarse de Stalin. Cuando, en febrero de 1956, pronunció su discurso secreto en el que criticó a Stalin, lo consideró una desviación de las líneas trazadas por Lenin para desarrollar una sociedad comunista. Pero este revisionismo le ocasionó muchos enemigos dentro de la órbita socialista como, por ejemplo, Mao.

Una persona intuitiva cuando maneja situaciones complejas con información incompleta (como la crisis de los misiles de Cuba) se suele comportar de manera compulsiva, es como un jugador que, cuando pierde una mano, dobla la apuesta en la siguiente; así se debió conducir Jrushchov en su relación con los presidentes norteamericanos (llegó a decir que Eisenhower y Kennedy son la misma mierda).

Su confianza en sus capacidades le llevó a no ver el peligro que corría su autoridad, sus enemigos se aprovecharon de ello para destituirle en 1964. Curiosamente, este superviviente de Stalin apenas trató de defenderse y pasó sus últimos años en una situación de melancolía hasta que falleció en 1971.

 

LOS RASGOS PSICOLÓGICOS DE JOHN FITZGERALD KENNEDY

Es muy difícil separar a la persona del mito que rodea a la figura de JFK. Por un lado, nos encontramos con un presidente que gana sus elecciones por muy poco al candidato republicano, todavía resulta de interés para los analistas el primer debate televisado entre Kennedy y Nixon que, al parecer, fue decisivo para su victoria electoral. Por otro lado, nos encontramos en presencia de un presidente asesinado por razones no suficientemente esclarecidas, el único de los ocho comandantes en jefe analizados en las cuatro singladuras que deja tras de sí una estela mítica cargada de glamour y falsas apariencias[i]. Sus discursos han creado escuela en varios presidentes posteriores, especialmente demócratas. La imagen de su brutal asesinato acompañará a mi generación como la prueba de un dirigente que quiso cambiar la forma de hacer política minimizando el hecho de que fue el primero en acercarnos al abismo de una guerra termonuclear.

Hay un cierto consenso entre los historiadores sobre su complejo de inferioridad a la hora de juzgar las decisiones que tomó. Yo me inclino a pensar que, en realidad, se sentía como un pez fuera del agua. En primer lugar, no era el elegido por su padre para llegar a lo más alto y para dar forma a unas aspiraciones políticas que se habían visto frustradas por el nazismo de su acaudalado ancestro. Su hermano mayor Joseph era el predestinado para jugar ese papel, hasta su muerte prematura al final de la segunda guerra mundial. Los turbios contactos de su familia le impulsaron políticamente hasta ocupar un asiento en el Senado de EEUU.

En segundo lugar, pertenecía a una minoría mal vista por muchos norteamericanos, la de los católicos irlandeses, afamados por su carácter pendenciero y su apego a la familia en mayor medida que la practicada por el resto de familias wasp[ii] y que les hacía asemejarse a los clanes mafiosos, tal como se describe en la saga de “El Padrino”. De su afición a las peleas se explica que, pese a no tener un cuerpo especialmente fornido, se hiciese jugador de futbol americano y acabase lesionado en la espalda, secuela que arrastró toda su vida y que degeneró en una dependencia exagerada de los calmantes y de otras drogas que aliviasen su sufrimiento. De su apego a la familia se deriva su obsesión por guardar las apariencias, especialmente cuando le era infiel a su esposa Jackie de forma poco menos que compulsiva con casi todas la bellezas que se cruzaron con él. También es testigo de esta dependencia familiar el tándem que formó con su hermano Robert, su más fiel colaborador.

Aparte de las consideraciones anteriores, se justifica que sobrerreaccionase a muchos de los desafíos a los que les sometió Jrushchov porque se los tomaba como algo personal. Los 23 años de diferencia que le sacaba el líder soviético le ponían en desventaja respecto de los acontecimientos vividos por uno y otro. Pero la necesidad de no parecer blando ante el comunismo le forzaba a elegir las respuestas más firmes y contundentes, pese al riesgo de desencadenar una guerra de consecuencias imprevisibles. Hasta que se dio cuenta de que esta escalada de “acción – reacción” solo podía terminar con una gran aniquilación mutua y que era mucho más inteligente diseñar una respuesta flexible que incluyera actuaciones diplomáticas, acciones encubiertas y operaciones con armas convencionales.

Su legado está lleno de luces y sombras pero su abrupta desaparición le permitió convertirse en un icono que representaba la posibilidad de cambiar la confrontación de forma más constructiva. Pese a sus debilidades personales, las apelaciones que dejó en sus discursos a unos valores progresistas se han convertido en la herencia más valiosa para las generaciones futuras.

ACONTECIMIENTOS

Las capacidades diplomáticas de Jrushchov ya habían quedado en evidencia cuando Kennedy llegó al poder en enero de 1961. A este panorama podemos sumar los éxitos logrados por el programa espacial soviético, en especial la hazaña del vuelo orbital de Yuri Gagarin y el desastre del desembarco organizado por la CIA en Bahía Cochinos, Cuba, para entender el momento de máxima popularidad del líder soviético frente a la incertidumbre que suponía la llegada al poder del presidente más joven de EEUU.

Debido a ello se puede comprender la tosquedad con la que se comportó Jrushchov en su primer encuentro con Kennedy ocurrido en junio de 1961 en Viena. La exigencia soviética de formalizar un acuerdo de paz que definiera el estatus de Berlín puso a Kennedy entre la espada y la pared. Para no dar sensación de debilidad, Kennedy adoptó unas fuertes contramedidas para disuadir a Jrushchov de adoptar cualquier medida unilateral y amenazó a los soviéticos con un “frío invierno” en sus relaciones. Mientras tanto la RDA se desangraba con un número incesante de técnicos y especialistas que se pasaban a Occidente atraídos por las promesas de llevar una vida más cómoda. Jrushchov se vio empujado a negociar un tratado de paz independiente con la RDA o adoptar alguna medida que parase la “sangría” económica que padecía este país (en esos meses se calculó en 1.000 personas diarias las que saltaban al otro lado). En agosto de 1961 Berlín se convirtió en una ciudad dividida.

El muro dividió calles, parques y edificios separando a amigos y familias que, hasta entonces, podían visitarse con asiduidad. La reacción de Kennedy fue desplazar vehículos blindados por la autobahn hacia Berlín. Se llegó a pensar en un conflicto nuclear y muchos norteamericanos empezaron a construir refugios nucleares en los sótanos de sus casas. El enfrentamiento se calmó después de que Kennedy se negase a derribar el muro y de que Jrushchov desistiera de firmar un acuerdo con la RDA. Dos años después Kennedy visitó la ciudad y proclamó su célebre frase “Ich bin ein Berliner” como muestra de solidaridad con los ciudadanos de Berlín Oeste.

Las dos superpotencias reanudaron sus pruebas nucleares y la tensión volvió a aumentar cuando otro avión espía detectó las bases de misiles que Jrushchov había autorizado a construir en Cuba. Los misiles de medio y largo alcance que aparecían en las fotografías podían alcanzar la mayoría de las grandes poblaciones ubicadas en territorio de los EEUU. Por primera vez, los norteamericanos podían ser atacados con armamento nuclear desde un territorio que siempre había sido considerado su “patio trasero”.

Castro y sus barbudos gozaban de muchas simpatías entre los soviéticos, su modelo de revolución era visto como una forma de combatir el imperialismo, especialmente por los jóvenes. Los ataques contra Castro por parte de la CIA (operación Mangosta) demostraban el carácter épico de este movimiento y su arraigo en el sentir popular había quedado demostrado con la facilidad con la que el régimen había desbaratado la invasión. La amistad cubano-soviética ponía a Kennedy en un brete y éste lo decidió asumir de forma contundente/resuelta/atrevida. El 22 de octubre se dirigió por televisión a su nación para anunciar su decisión de someter a la isla caribeña a una cuarentena para evitar una guerra.

Jrushchov no contaba con la posibilidad de que sus planes de despliegue de misiles fueran descubiertos antes de que estuvieran operativos. Su intención no era iniciar el ataque sino devolver a Norteamérica el golpe que supuso el despliegue de sus misiles en Turquía, tan cerca de su zona de influencia. Quería hacerles sentir de cerca la amenaza nuclear.

Al hacerse pública la crisis, el mundo contuvo la respiración porque parecía que nadie podía detener el conflicto. En la ONU se movilizaron para tratar de aclarar los hechos y buscar otras posibilidades. Pero Kennedy ya había pasado por el ridículo de Bahía Cochinos y  la construcción del Muro de Berlín, y no estaba dispuesto a ceder en esto. La negociación entre su hermano Robert y el embajador soviético en Washington resultó provechosa porque incluía un acuerdo secreto sobre Turquía que permitía a Jrushchov salvar la cara.

Cuando el bloqueo naval parecía a punto de provocar el primer casus belli tras la segunda guerra mundial, las naves soviéticas dieron media vuelta sin dar tiempo a que se produjesen heridos. La amenaza de una devastación hizo recapacitar a ambos dirigentes sobre lo que era más conveniente en la defensa de sus conciudadanos. Ambos eran conocedores de que una guerra termonuclear podía acabar con la vida en la tierra. Posteriormente decidieron limitar las pruebas nucleares en el espacio y establecer una línea de comunicación directa entre el Kremlin y la Casa Blanca, el llamado “teléfono rojo”.

Al hacer el balance de la presidencia de Kennedy, tenemos que incluir dos iniciativas políticas y otra militar para asegurar que, aunque corto en el tiempo, fue un mandato muy fructífero y determinante para sus sucesores. La primera es la conocida como “Alianza para el progreso”, un intento fallido de promover el desarrollo social en la zona de influencia norteamericana. Supuso proporcionar 10.000 millones de dólares a los países latinoamericanos para invertirlos en educación, construcción de viviendas, reformas agrarias y salud pública. El problema fue cuando estas intenciones chocaban con los intereses de las élites gobernantes y de las compañías norteamericanas (como la United Fruit), de manera que los intereses económicos se antepusieron a las reformas sociales. Ni siquiera se redujo el número de dictaduras militares en esta área geopolítica.

Otro proyecto más exitoso fue el llamado Peace Corps, que impulsó a 500 jóvenes voluntarios americanos a enseñar en las escuelas y trabajar los campos de ocho países en vías de desarrollo. Fue una manera de propagar los valores propios de la democracia norteamericana para convertirlos en impulsores del desarrollo social. A mediados de los 80 logró que más de 100.000 norteamericanos hubieran servido en el exterior y el programa ha tenido continuidad hasta nuestros días.

El tercer legado de JFK fue la creación de los “boinas verdes” una unidad de élite concebida para luchar contra la subversión. Como consecuencia de la crisis de los misiles, Kennedy se dio cuenta de que los EEUU necesitaban dotarse de una respuesta flexible que incluyera todo tipo de intervenciones, de mayor y menor escala, para evitar la confrontación nuclear. A pesar de ello, la administración demócrata aumentó considerablemente el arsenal nuclear, con lo que dio al traste con la posibilidad de limitar la carrera de armamentos nucleares. Por otro lado, el aumento del presupuesto militar predispuso al departamento de Defensa a implicarse más en la guerra de Vietnam.

En cuanto al legado de Jrushchov, permitió una cierta apertura del régimen soviético al renunciar a la herencia totalitaria del estalinismo. Esta renuncia no fue bien aceptada por todas las élites socialistas y dio alas a los reformistas en Hungría, lo que obligó a Jrushchov a tomar medidas militares para mantenerse en el poder.

Estos dos personajes pusieron en peligro la paz mundial pero renunciaron a un ejercicio de exterminio mutuo pese a las presiones internas que así lo exigían. La Guerra Fría vivió un momento de inflexión porque las sociedades alineadas con las dos superpotencias tomaron conciencia de lo que había en juego. Cuando los avances científicos se ponen al servicio de los objetivos geoestratégicos, ninguno de los bandos defiende un mundo mejor sino la idea supremacista de que “la razón está de mi parte”.

@salenko1960

[i] En referencia a la idea de Camelot con la que muchos periodistas identificaban a su gabinete.

[ii] acrónimo inglés de White, Anglo-Saxon and Protestant [‘blanco, anglosajón y protestante’]. Grupo cerrado de estadounidenses de elevada posición social, descendientes de británicos y de religión protestante que, supuestamente, ostentan un poder social y económico desproporcionado en los Estados Unidos.

Categorías
Películas

Todos los hombres del presidente

Cuando algo se hace añicos, nadie lo puede recomponer. Así pasa con la reputación de una persona, una vez que te pillan mintiendo descaradamente, lo más probable es que nadie te crea. Richard Nixon mintió reiteradamente porque consideraba que estaba en guerra con la prensa liberal (el fin justifica los medios). En EEUU nadie puede mentir al pueblo americano ni a sus representantes [como descubrieron «los diez de Hollywood» cuando terminaron en la cárcel acusados de actividades antiamericanas].

Richard Nixon hubiera ganado fácilmente la reelección sin necesidad de espiar al partido demócrata, pero estaba tan acostumbrado a destrozar a sus oponentes, que no calculó bien sus fuerzas; y dejó hacer a su equipo sin tomar en consideración lo que estipulan las leyes, «Ellos quieren jugar duro y nosotros también jugaremos duro…» dijo en una reunión con sus colaboradores que, luego se supo, tenía por costumbre grabar [conducta propia de una personalidad paranoide].

Los periodistas del Washington Post Carl Bernstein (Dustin Hoffman) y Bob Woodward (Robert Redford) se jugaron su reputación profesional cuando descubrieron que un asunto menor les llevaba al entorno de la Casa Blanca. Tuvieron la suerte de estar en el bando apropiado porque su empresa ya había descubierto lo incómodo que era llevar la contraria a Nixon (como se cuenta en la película «Los papeles del Pentágono»); y lo difícil que es encontrar una fuente fiable que traicione al círculo cerrado de la máxima autoridad del Estado.

Para que estos dos forjasen un equipo ganador fue necesario el apoyo de su jefe, el redactor jefe Ben Bradlee (Jason Robards) y de la dueña del periódico, Katharine Graham. Pero también debieron aprender a confiar el uno en el otro [pese a que Bernstein empezó su relación actuando a espaldas de Woodward].

En una democracia representativa, la libertad de información es la única que equilibra la distancia entre los altos mandatarios y la gente de la calle. Para ello, hace falta que los periodistas se atrevan a cumplir con su deber profesional y garanticen la confidencialidad de sus fuentes. Esto lo hicieron de forma ejemplar Bernstein y Woodward al no revelar la identidad de «garganta profunda» (uno de sus principales informadores); ahora sabemos se trataba de Mark Felt, «número dos» del FBI.

La estrategia contada en la película, hace a los periodistas preguntar a sus contactos lo siguiente: «Si yo publicase … ¿estaría mintiendo?». Con lo que los funcionarios no tenían necesidad de proporcionar la información que ellos buscaban, sino sólo confirmar o desmentir las averiguaciones que ellos barajaban como hipótesis [La conciencia moral de cada uno haría el resto].

No es fácil ganar a Goliat cuando dispone de toda la fortaleza del Estado, pero tampoco es imposible si cada uno es consciente del papel que ocupa y de las consecuencias que se derivan del mismo; en este caso, destapar la verdad para que los ciudadanos la conozcan.

Una gran lección para los tiempos que corren. Cuando la reputación del gigante cae -cuestionada por una larga cadena de contradiciones- nadie puede recomponerla, ni siquiera con la ayuda de todos los hombres del Presidente.

@Salenko1960