Maggie, si se me permite el término familiar, fue la primera
mujer que alcanzó el puesto de primera ministra en la historia de Gran Bretaña.
Su papel en la Guerra Fría todavía se discute, así que me permitiré alguna
licencia a la hora de valorar su papel.
En este primer artículo sobre su persona, me centraré en la
manera decidida con la que se enfrentó al poder sindical y acabó derrotándolo
tras una dura Huelga General. Basándome en sus convicciones manifestadas a
través de su autobiografía “Los años de Downing Street”, haré hincapié en su
pensamiento político, porque considero que jugó un papel destacado en el
colapso de la URSS.
Su perfil psicológico queda para otro artículo porque me
falta aún algo de información para su cierre. Por otro lado, al ser el segundo
personaje británico del que me ocuparé, me parece un poco abusivo –podría parecer
que fueron los británicos los vencedores de la Guerra Fría, lo cual me parece un
poco temerario-.
El enfoque con el que abordó la reducción de “privilegios”
de los sindicatos fue la cuestión de la productividad de la industria
británica. En comparación con los grandes países de la Comunidad Europea, CEE,
este asunto se había convertido en un motivo de preocupación desde el final de
la Segunda Guerra Mundial, porque afectaba al orgullo patriótico de los
británicos, no se encontraba una explicación satisfactoria para justificar que,
por ejemplo, los vehículos de automoción alemanes y franceses fueran más
vendidos que los de factura británica. Para Maggie la influencia de los
sindicatos había sido nefasta por torpedear los intentos de mejorar los
sistemas de producción en la industria automotriz y el resultado de ello fue
que las marcas británicas habían caído en el desprestigio, para la mayoría de
los consumidores europeos.
Dentro de su enfoque, la piedra angular era la idea de que el
nivel salarial debía estar determinado por las posibilidades económicas del
negocio, dependiendo de su productividad y de sus ganancias. Combatió la
politización sindical a sabiendas de que sus convicciones en favor del libre
comercio eran del agrado de la mayoría de sus votantes. Estaba convencida de
que los afiliados sindicales tenían una opinión muy distinta a la de sus
dirigentes, por consiguiente, ellos mismos pondrían a raya a los extremistas y apparatchiks sindicales como Arthur
Scargill, líder de la Unión Nacional de Mineros (NUM).
Los conservadores ampliaron la Ley de Conflictos Laborales
para reducir las modalidades de presión sindical en caso de huelga y garantizar
el derecho a trabajar de quienes no desean sucumbir a las acciones de los “piquetes”.
Otras líneas de acción fueron,
-Restringir las inmunidades y terminar con los monopolios
por medio de la competitividad,
-Intervenir en los stocks de acero de las empresas afectadas
por la huelga, para garantizar el suministro,
-Obligar a los directivos de las empresas públicas a que no autorizasen
subidas salariales que ocasionaran un desequilibrio financiero,
-Combatir políticamente la propaganda sindical-laborista,
apelando a la conciencia ciudadana y a la de aquellos trabajadores descontentos
con la huelga.
Con todo ello logró impulsar una votación interna que
deslegitimó a los líderes sindicales con lo que la opinión pública se convenció
de que la guerra la había ganado el Gobierno. Lo cierto es que, tras casi un
año de conflicto laboral, el 3 de marzo de 1985, se dio la huelga por concluida.
Como resultado, Maggie pudo poner en práctica todo su programa de reformas
económicas; lo que recibió el nombre de Thatcherismo
económico. Basado en la reducción de impuestos, la desregulación del
sistema financiero, la flexibilidad laboral y el impulso del capitalismo
popular (muchos inquilinos británicos se convirtieron en propietarios de sus
residencias de alquiler).
Su apoyo a Mihail Gorbachov propició las reformas en la URSS
y llegó a proclamar que el sistema soviético no funcionaba y que Gorbachov se
había dado cuenta. Un gran bagaje para una mujer pionera en muchos sentidos.
@salenko1960 Julio
2021