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El espía inglés 2020

No me gustan demasiado las películas de espías, pero debo admitir que la Guerra Fría no se explica sin la intervención de los servicios de inteligencia. Esta es una película en la que el espía es un civil sin ninguna preparación, que es reclutado para contactar con un “topo” soviético de muy alto nivel dentro de la Nomenklatura del Kremlin.

Está basado en un personaje real y he detectado pocos cambios respecto de lo que he leído sobre este personaje, por lo que, al valor histórico de la película, se le suma una gran interpretación actoral. En definitiva, un buen trabajo de Amazon Prime que espero siga produciendo películas de contenido histórico.

Para los que no quieran romper el suspense conociendo el final, me centraré en los temas tratados por el guión y dejo a elección del lector, llevar la lectura de este artículo hasta el final.

  • El lado humano de los espías
  • Puede un civil convertirse en espía
  • Cuánto puede aguantar el tipo
  • Cuánto apoyo le dará el gobierno que le reclutó

Si no te importan los spoilers vamos a seguir desmenuzando la película.

Aparte del gran trabajo interpretativo, en el que destaco a Greville Wynne (asombrosamente interpretado por Benedict Cumberbatch), Emily Donovan (Rachel Brosnahan) y Oleg Penkovsky (Merab Ninidze). Wynne el personaje principal, es un vendedor británico que se dedica a engatusar a sus clientes, generando con ellos un vínculo personal a través de bromas, cercanía, alcohol y mucha escucha activa. Con ello se gana su confianza y luego les vende lo que tenga previsto. Una especie de “encantador de serpientes” pero con mucho arte y simpatía. En su casa, su comprensiva esposa y su hijo le encuentran cariñoso, atento y dedicado a su trabajo. Vamos, un padre ejemplar de la época -años 50-60, con Jruschov al mando de la URSS- llega a casa tremendamente cansado, pero con suficiente buen humor para atender sus obligaciones.

Del otro lado del Telón de acero, está el coronel Penkovsky, experto en artillería, concienciado del desastre que se avecina si se desata una guerra nuclear, decidido a boicotear la instalación de misiles soviéticos en la Cuba de Castro. Da el paso a colaborar secretamente con los países libres para evitar la catástrofe. Sabe que sus acciones son alta traición a la madre patria por lo que, llegado el caso, deberá estar preparado para una evacuación de Rusia, junto con su esposa e hija, para salvar su vida.

El MI6 y la CIA colaboran para encontrar un contacto, no profesional que, sin despertar sospechas, visite a Penkovsky y saque de la URSS lo que éste les proporcione. Al principio Wynne se niega a colaborar, pero las razones patrióticas le hacen cambiar de opinión, sin poder poner al corriente a su familia. Donovan le propone conocer los mínimos detalles de la misión para que, en caso de caer, no tener nada que confesar.

Para completar la primera cuestión, diré que entre Wynne y Penkovsky surge una química muy fluida porque ambos tienen una vida propia, aparte de su labor como espías. Sus vidas tienen sentido, son ciudadanos ejemplares y exitosos que beben lo justo y no tienen nada de depravados. Lo que les hace distanciarse de la visión amarga, reflejada por el espía Leamas en la película El espía que surgió del frio https://guerrafria.eu/2016/12/13/el-espia-que-surgio-del-frio-spoiler/.

En cuanto a la segunda cuestión, la respuesta es que no, por eso Wynne rechaza de primera mano la misión y, cuando surgen dificultades, tiene que apoyarse en el oficio de Donovan y Penkosky. De la misma opinión es el responsable de la operación por parte del MI6, que pretende eximirle de seguir con la misma, para proteger su integridad y evitar dar explicaciones al bando soviético, por utilizar un civil en una labor propia de la guerra.

El tipo aguanta bastante bien, hasta que descubren a Penkovsky y detienen a Wynne, éste último en el avión que le debía llevar de vuelta a casa -con el último cargamento de documentos supersecretos-. Como era de prever, los soviéticos le someten a inhumanos interrogatorios, pero el empresario no desvela su “tapadera”. Mientras del otro lado, se pide su liberación como ciudadano británico y le ponen en contacto con su mujer que, arrepentida por haber sospechado de que, tras tanto viaje a Moscú se escondía una infidelidad de su cónyuge; le trasmiten el ánimo suficiente para aguantar estoicamente su situación, con la esperanza de que se produzca un final feliz.

En cuanto al tipo de apoyo que les dan, está claro que la CIA se implica al máximo nivel, dejando a Donovan que viaje a Moscú con pasaporte diplomático, para “extraer” de forma segura a Penkovsky y su familia. Mientras el Gobierno británico utiliza otros canales para garantizar la puesta en libertad de Wynne. En ambos casos, sin admitir trama de espionaje alguna. Y es que, las buenas acciones de los servicios secretos, nunca obtienen publicidad. Recuerden que en la película de 2012 Argo, el espía Tony Mendez es condecorado en secreto, pasados varios años de la acción encubierta, por lograr sacar a un grupo de funcionarios del Teherán de Jomeini.

Y es que una guerra no declarada, como lo fue la Guerra Fría, tiene el inconveniente de que las reglas se fijan sobre la marcha, por eso es tan importante que el público sepa lo justo y los gobiernos nieguen las evidencias en todo momento. En este caso podría aplicarse el principio de que es mejor detener al espía que ejecutarle, pero en esta película no aparece un abogado dispuesto a negociar un canje, como pasa en El puente de los espías. https://guerrafria.eu/2017/02/10/el-puente-de-los-espias-aviso-de-spoiler/

@salenko abril 2022

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La carta del Kremlin 1970

Se trata de una visión descarnada del mundo del espionaje, tan descarnada como la de «El espía que surgió del frio» o más. Cuenta una trama de espionaje que involucra a norteamericanos, soviéticos y chinos. Esa carta que desvela las intenciones del Kremlin, puede valer hasta un millón de dólares si se recupera antes de que llegue a Pekín. Estamos en un momento álgido de la Guerra fría, la ruptura chino-soviética que comenzó con Jruschov.

Película compleja, llena de personajes, nombres y memorias de otros tiempos, el autor -Noel Behn- aprendió el oficio del contraespionaje durante la Segunda guerra mundial. Fue un fracaso comercial aunque posteriormente está considerada como una de las mejores películas de espías.

Plagada de trampas y sorpresas, aquí casi nadie es lo que parece. Refleja un mundo movido por las venganzas más que por la ideología del sistema para el que trabajas. Los espías se mueven por dinero o por rencillas personales. Nadie hace lo correcto excepto uno y cuando parece que tiene todas las cartas en su mano, se ve sometido a un chantaje moral, ahí termina la película, sin describir lo que va a hacer.

El manejo de la información obtenida se concentra en un agente llamado «el mudo», a quien ninguno de los otros agentes infiltrados cree conocer, porque trabaja con máscara y nunca habla. Su capacidad de memorizar todo lo que le cuentan es la mejor salvaguarda para el grupo, porque no hay papeles, informes o documentación de ningún tipo. Si uno cae, los demás no pueden delatar a «el mudo»; esta es una de las mejores tretas contadas por el cine de espías.

A pesar de lo bien trabajada que está la trama -seguramente basada en experiencias personales- no trasmite ningún glamour sobre la vida del espía, hay sexo y drogas porque es la palanca con la que se manipula a los informantes; pero nadie hace el papel de bueno, el autor no concebía bondad alguna en el trabajo del espía. Recuerda un poco el concepto de «vanalidad del mal» de Hannah Arendt, todos parecen cumplir órdenes pero es de sobras conocido que las órdenes no cumplen con la legalidad, las muertes se justifican por juicios llevados a cabo por el ejecutante y que le benefician en su carrera profesional.

No es fácil de ver pero gana mucho cuando se ve por segunda vez, por este motivo, no voy a dar más pistas sobre el final.

@salenko1960 enero 2022

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La caza del Octubre Rojo, 1990.

Engañando a todo el Imperio.

¿Cómo engañar a los tuyos para poder desertar con la nave más avanzada de la marina de guerra soviética?

El director John_McTiernan basa su historia en el famoso libro de Tom Clancy con el que éste inicia su serie de novelas (centradas en el agente de la CIA Jack Ryan, interpretado por Alec Baldwin). Está basado en parte en la historia del capitán Jonas Pleškys que desertó en 1961 con su nave.

En este caso, la reacción del mando soviético es previsible, convencer a los norteamericanos de que sus intenciones son hostiles y de que deben cazarlo antes de que dispare sus misiles nucleares [lo último que yo haría es enviar una carta al mando de la flota contándole mis intenciones, porque es posible que haga algo para impedirlo]. Pero aún y todo, el capitán Ramius (Sean Connery) tiene recursos más que suficientes para eludir y neutralizar los intentos de destrucción que se despliegan en su contra.

El papel de Ryan consiste en ser el único capaz de acertar con las intenciones de Ramius y llegar a tiempo para convencer al capitán Mancuso (Scott Glenn ), de que no utilice la fuerza de su nave y  de que incumpla las órdenes del mando (lo que permitiría a la CIA analizar la novedosa tecnología de propulsión que impulsa al Octubre Rojo).

Cuando el Imperio soviético estaba a punto de derrumbarse, esta película nos recordaba las intenciones guerreras de una parte del Ejército Rojo. Gorbachov ya había tomado nota de esta circunstancia al producirse el incidente de la avioneta de Mathias Rust (el que aterrizó en la Plaza roja poniendo en evidencia el sistema soviético de alerta aérea). Esta descomposición interna de la URSS es lo que explico en la entrada que denomino la “Cuarta singladura”.

@salenko1960

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Segunda singladura: Jrushchov – Kennedy. 1961-1963

En esta segunda entrega se describe el episodio álgido de la Guerra Fría, la Crisis de los misiles de Cuba. El mundo se asomó al abismo de un conflicto nuclear cuando ambas superpotencias habían desarrollado armamento termonuclear con misiles de alcance medio e intercontinental, capaces de alcanzar las principales ciudades de ambas naciones.

SITUACIÓN PREVIA

Tras la muerte de Stalin en la URSS se impuso una dirección colectiva en la que pronto destacó la figura de Jrushchov sobre los otros aspirantes. En febrero de 1956 el Secretario General pronunció un discurso secreto ante el plenario del XX Congreso del PCUS, en el que criticó el culto a la personalidad de Stalin y censuró los fracasos del zar rojo. Este discurso se difundió entre los ambientes comunistas y se filtró a la inteligencia norteamericana, pese a lo cual el presidente Eisenhower siguió desconfiando de las intenciones soviéticas.

En este periodo se había producido una cierta estabilización de la Guerra Fría, los dos contendientes admitían la división de Alemania y eran muy conscientes de la capacidad destructiva de las armas nucleares. Los sistemas de reparto (delivery) se habían beneficiado de los avances misilísticos y ya no era necesario disponer de una gran flota de aviones porque los misiles se podían lanzar desde submarinos o bases en tierra con un alcance cada vez mayor.

El traslado de la confrontación entre comunismo y capitalismo a la periferia había incorporado a la China continental como un elemento desestabilizador, porque Mao estaba dispuesto a padecer un ataque nuclear con tal de recuperar Taiwán. Winston Churchill volvía a ser primer ministro en Gran Bretaña y se daba cuenta de la necesidad de reducir las tensiones entre rusos y americanos por el bien de la estabilidad de Europa. Los bloques militares se organizaron en las dos grandes estructuras, la OTAN y el Pacto de Varsovia, ninguno de los dos bloques pretendía iniciar las hostilidades pero la respuesta de “represalia masiva” se convirtió en el eje de la política de defensa de EEUU.

Los republicanos habían superado las heridas del Macarthismo y consideraban que la política de contención había sido un error, porque ponía a miles de personas en riesgo de caer bajo el dominio de una dictadura despiadada que despreciaba los derechos individuales. Las acciones encubiertas de la CIA se prodigaban porque evitaban el gasto que suponía disponer de tropas regulares convencionales, sus efectivos se multiplicaron por tres. El lanzamiento del primer satélite artificial por parte de la URSS, el Sputnik, significó una advertencia para la administración norteamericana porque la guerra se podía desplazar a un nuevo escenario, el espacio exterior. Los avances tecnológicos producidos por los científicos soviéticos llevaron a Jrushchov a vaticinar que pronto EEUU se vería superado en prosperidad por la URSS. Este optimismo no se debilitó cuando el Secretario General visitó oficialmente los EEUU en otoño de 1959 y viajó por sus ciudades y centros de producción.

Cuando parecía que se estaban aproximando las posturas entre los dos mandatarios y se celebraba una cumbre en París, se produjo el derribo de un avión espía U-2 en el espacio aéreo soviético y Jrushchov reaccionó de forma airada exigiendo disculpas por este hecho a Eisenhower quien no reconoció los hechos. Era el otoño de 1959 y al año siguiente se produciría el relevo en la presidencia de EEUU donde aparecería un joven católico, avalado por acciones heroicas durante la Segunda Guerra Mundial y que daría la réplica al comportamiento vehemente del Secretario General soviético.

LOS RASGOS PSICOLÓGICOS DE NIKITA JRUSHCHOV

Jrushchov nació en 1894 en una pequeña población rusa cerca de la frontera con Ucrania. De origen humilde, tuvo que dejar los estudios y trabajó como obrero y minero hasta que se afilió al Partido y se dedicó en cuerpo y alma a la revolución. En la segunda guerra mundial tuvo un papel destacado en el sitio de Stalingrado. Cuando murió Stalin se decidió crear una troika de dirigentes entre los que figuraba Jrushchov y en la que ninguno de los tres destacaba por sus capacidades oratorias. Poco a poco, Jrushchov se fue deshaciendo de sus otros dos competidores hasta que, dos años después de la muerte de Stalin, logró convertirse en el líder supremo de la URSS.

Su carácter era tosco, austero y volátil. Pese a que intentó retomar sus estudios como ingeniero no logró terminarlos, aunque sí demostró una gran creatividad para resolver problemas complejos. Su inteligencia se basaba mucho más en su intuición que en una mente estructurada, lo que le llevaba a cambiar de criterio en cuestiones fundamentales. Sus orígenes campesinos no le impidieron forjar una personalidad optimista por naturaleza. Algunos de sus críticos señalan de él que era muy poco diplomático y que, como negociador, tensaba la cuerda en exceso. Su relación con el Presidente Kennedy en un primer momento fue difícil porque menospreció sus capacidades, lo consideraba un niño rico mimado. Posteriormente esta relación mejoró porque su capacidad de reacción a los envites que él le lanzaba le sorprendió.

Uno de los ejes de su política fue distanciarse de Stalin. Cuando, en febrero de 1956, pronunció su discurso secreto en el que criticó a Stalin, lo consideró una desviación de las líneas trazadas por Lenin para desarrollar una sociedad comunista. Pero este revisionismo le ocasionó muchos enemigos dentro de la órbita socialista como, por ejemplo, Mao.

Una persona intuitiva cuando maneja situaciones complejas con información incompleta (como la crisis de los misiles de Cuba) se suele comportar de manera compulsiva, es como un jugador que, cuando pierde una mano, dobla la apuesta en la siguiente; así se debió conducir Jrushchov en su relación con los presidentes norteamericanos (llegó a decir que Eisenhower y Kennedy son la misma mierda).

Su confianza en sus capacidades le llevó a no ver el peligro que corría su autoridad, sus enemigos se aprovecharon de ello para destituirle en 1964. Curiosamente, este superviviente de Stalin apenas trató de defenderse y pasó sus últimos años en una situación de melancolía hasta que falleció en 1971.

 

LOS RASGOS PSICOLÓGICOS DE JOHN FITZGERALD KENNEDY

Es muy difícil separar a la persona del mito que rodea a la figura de JFK. Por un lado, nos encontramos con un presidente que gana sus elecciones por muy poco al candidato republicano, todavía resulta de interés para los analistas el primer debate televisado entre Kennedy y Nixon que, al parecer, fue decisivo para su victoria electoral. Por otro lado, nos encontramos en presencia de un presidente asesinado por razones no suficientemente esclarecidas, el único de los ocho comandantes en jefe analizados en las cuatro singladuras que deja tras de sí una estela mítica cargada de glamour y falsas apariencias[i]. Sus discursos han creado escuela en varios presidentes posteriores, especialmente demócratas. La imagen de su brutal asesinato acompañará a mi generación como la prueba de un dirigente que quiso cambiar la forma de hacer política minimizando el hecho de que fue el primero en acercarnos al abismo de una guerra termonuclear.

Hay un cierto consenso entre los historiadores sobre su complejo de inferioridad a la hora de juzgar las decisiones que tomó. Yo me inclino a pensar que, en realidad, se sentía como un pez fuera del agua. En primer lugar, no era el elegido por su padre para llegar a lo más alto y para dar forma a unas aspiraciones políticas que se habían visto frustradas por el nazismo de su acaudalado ancestro. Su hermano mayor Joseph era el predestinado para jugar ese papel, hasta su muerte prematura al final de la segunda guerra mundial. Los turbios contactos de su familia le impulsaron políticamente hasta ocupar un asiento en el Senado de EEUU.

En segundo lugar, pertenecía a una minoría mal vista por muchos norteamericanos, la de los católicos irlandeses, afamados por su carácter pendenciero y su apego a la familia en mayor medida que la practicada por el resto de familias wasp[ii] y que les hacía asemejarse a los clanes mafiosos, tal como se describe en la saga de “El Padrino”. De su afición a las peleas se explica que, pese a no tener un cuerpo especialmente fornido, se hiciese jugador de futbol americano y acabase lesionado en la espalda, secuela que arrastró toda su vida y que degeneró en una dependencia exagerada de los calmantes y de otras drogas que aliviasen su sufrimiento. De su apego a la familia se deriva su obsesión por guardar las apariencias, especialmente cuando le era infiel a su esposa Jackie de forma poco menos que compulsiva con casi todas la bellezas que se cruzaron con él. También es testigo de esta dependencia familiar el tándem que formó con su hermano Robert, su más fiel colaborador.

Aparte de las consideraciones anteriores, se justifica que sobrerreaccionase a muchos de los desafíos a los que les sometió Jrushchov porque se los tomaba como algo personal. Los 23 años de diferencia que le sacaba el líder soviético le ponían en desventaja respecto de los acontecimientos vividos por uno y otro. Pero la necesidad de no parecer blando ante el comunismo le forzaba a elegir las respuestas más firmes y contundentes, pese al riesgo de desencadenar una guerra de consecuencias imprevisibles. Hasta que se dio cuenta de que esta escalada de “acción – reacción” solo podía terminar con una gran aniquilación mutua y que era mucho más inteligente diseñar una respuesta flexible que incluyera actuaciones diplomáticas, acciones encubiertas y operaciones con armas convencionales.

Su legado está lleno de luces y sombras pero su abrupta desaparición le permitió convertirse en un icono que representaba la posibilidad de cambiar la confrontación de forma más constructiva. Pese a sus debilidades personales, las apelaciones que dejó en sus discursos a unos valores progresistas se han convertido en la herencia más valiosa para las generaciones futuras.

ACONTECIMIENTOS

Las capacidades diplomáticas de Jrushchov ya habían quedado en evidencia cuando Kennedy llegó al poder en enero de 1961. A este panorama podemos sumar los éxitos logrados por el programa espacial soviético, en especial la hazaña del vuelo orbital de Yuri Gagarin y el desastre del desembarco organizado por la CIA en Bahía Cochinos, Cuba, para entender el momento de máxima popularidad del líder soviético frente a la incertidumbre que suponía la llegada al poder del presidente más joven de EEUU.

Debido a ello se puede comprender la tosquedad con la que se comportó Jrushchov en su primer encuentro con Kennedy ocurrido en junio de 1961 en Viena. La exigencia soviética de formalizar un acuerdo de paz que definiera el estatus de Berlín puso a Kennedy entre la espada y la pared. Para no dar sensación de debilidad, Kennedy adoptó unas fuertes contramedidas para disuadir a Jrushchov de adoptar cualquier medida unilateral y amenazó a los soviéticos con un “frío invierno” en sus relaciones. Mientras tanto la RDA se desangraba con un número incesante de técnicos y especialistas que se pasaban a Occidente atraídos por las promesas de llevar una vida más cómoda. Jrushchov se vio empujado a negociar un tratado de paz independiente con la RDA o adoptar alguna medida que parase la “sangría” económica que padecía este país (en esos meses se calculó en 1.000 personas diarias las que saltaban al otro lado). En agosto de 1961 Berlín se convirtió en una ciudad dividida.

El muro dividió calles, parques y edificios separando a amigos y familias que, hasta entonces, podían visitarse con asiduidad. La reacción de Kennedy fue desplazar vehículos blindados por la autobahn hacia Berlín. Se llegó a pensar en un conflicto nuclear y muchos norteamericanos empezaron a construir refugios nucleares en los sótanos de sus casas. El enfrentamiento se calmó después de que Kennedy se negase a derribar el muro y de que Jrushchov desistiera de firmar un acuerdo con la RDA. Dos años después Kennedy visitó la ciudad y proclamó su célebre frase “Ich bin ein Berliner” como muestra de solidaridad con los ciudadanos de Berlín Oeste.

Las dos superpotencias reanudaron sus pruebas nucleares y la tensión volvió a aumentar cuando otro avión espía detectó las bases de misiles que Jrushchov había autorizado a construir en Cuba. Los misiles de medio y largo alcance que aparecían en las fotografías podían alcanzar la mayoría de las grandes poblaciones ubicadas en territorio de los EEUU. Por primera vez, los norteamericanos podían ser atacados con armamento nuclear desde un territorio que siempre había sido considerado su “patio trasero”.

Castro y sus barbudos gozaban de muchas simpatías entre los soviéticos, su modelo de revolución era visto como una forma de combatir el imperialismo, especialmente por los jóvenes. Los ataques contra Castro por parte de la CIA (operación Mangosta) demostraban el carácter épico de este movimiento y su arraigo en el sentir popular había quedado demostrado con la facilidad con la que el régimen había desbaratado la invasión. La amistad cubano-soviética ponía a Kennedy en un brete y éste lo decidió asumir de forma contundente/resuelta/atrevida. El 22 de octubre se dirigió por televisión a su nación para anunciar su decisión de someter a la isla caribeña a una cuarentena para evitar una guerra.

Jrushchov no contaba con la posibilidad de que sus planes de despliegue de misiles fueran descubiertos antes de que estuvieran operativos. Su intención no era iniciar el ataque sino devolver a Norteamérica el golpe que supuso el despliegue de sus misiles en Turquía, tan cerca de su zona de influencia. Quería hacerles sentir de cerca la amenaza nuclear.

Al hacerse pública la crisis, el mundo contuvo la respiración porque parecía que nadie podía detener el conflicto. En la ONU se movilizaron para tratar de aclarar los hechos y buscar otras posibilidades. Pero Kennedy ya había pasado por el ridículo de Bahía Cochinos y  la construcción del Muro de Berlín, y no estaba dispuesto a ceder en esto. La negociación entre su hermano Robert y el embajador soviético en Washington resultó provechosa porque incluía un acuerdo secreto sobre Turquía que permitía a Jrushchov salvar la cara.

Cuando el bloqueo naval parecía a punto de provocar el primer casus belli tras la segunda guerra mundial, las naves soviéticas dieron media vuelta sin dar tiempo a que se produjesen heridos. La amenaza de una devastación hizo recapacitar a ambos dirigentes sobre lo que era más conveniente en la defensa de sus conciudadanos. Ambos eran conocedores de que una guerra termonuclear podía acabar con la vida en la tierra. Posteriormente decidieron limitar las pruebas nucleares en el espacio y establecer una línea de comunicación directa entre el Kremlin y la Casa Blanca, el llamado “teléfono rojo”.

Al hacer el balance de la presidencia de Kennedy, tenemos que incluir dos iniciativas políticas y otra militar para asegurar que, aunque corto en el tiempo, fue un mandato muy fructífero y determinante para sus sucesores. La primera es la conocida como “Alianza para el progreso”, un intento fallido de promover el desarrollo social en la zona de influencia norteamericana. Supuso proporcionar 10.000 millones de dólares a los países latinoamericanos para invertirlos en educación, construcción de viviendas, reformas agrarias y salud pública. El problema fue cuando estas intenciones chocaban con los intereses de las élites gobernantes y de las compañías norteamericanas (como la United Fruit), de manera que los intereses económicos se antepusieron a las reformas sociales. Ni siquiera se redujo el número de dictaduras militares en esta área geopolítica.

Otro proyecto más exitoso fue el llamado Peace Corps, que impulsó a 500 jóvenes voluntarios americanos a enseñar en las escuelas y trabajar los campos de ocho países en vías de desarrollo. Fue una manera de propagar los valores propios de la democracia norteamericana para convertirlos en impulsores del desarrollo social. A mediados de los 80 logró que más de 100.000 norteamericanos hubieran servido en el exterior y el programa ha tenido continuidad hasta nuestros días.

El tercer legado de JFK fue la creación de los “boinas verdes” una unidad de élite concebida para luchar contra la subversión. Como consecuencia de la crisis de los misiles, Kennedy se dio cuenta de que los EEUU necesitaban dotarse de una respuesta flexible que incluyera todo tipo de intervenciones, de mayor y menor escala, para evitar la confrontación nuclear. A pesar de ello, la administración demócrata aumentó considerablemente el arsenal nuclear, con lo que dio al traste con la posibilidad de limitar la carrera de armamentos nucleares. Por otro lado, el aumento del presupuesto militar predispuso al departamento de Defensa a implicarse más en la guerra de Vietnam.

En cuanto al legado de Jrushchov, permitió una cierta apertura del régimen soviético al renunciar a la herencia totalitaria del estalinismo. Esta renuncia no fue bien aceptada por todas las élites socialistas y dio alas a los reformistas en Hungría, lo que obligó a Jrushchov a tomar medidas militares para mantenerse en el poder.

Estos dos personajes pusieron en peligro la paz mundial pero renunciaron a un ejercicio de exterminio mutuo pese a las presiones internas que así lo exigían. La Guerra Fría vivió un momento de inflexión porque las sociedades alineadas con las dos superpotencias tomaron conciencia de lo que había en juego. Cuando los avances científicos se ponen al servicio de los objetivos geoestratégicos, ninguno de los bandos defiende un mundo mejor sino la idea supremacista de que “la razón está de mi parte”.

@salenko1960

[i] En referencia a la idea de Camelot con la que muchos periodistas identificaban a su gabinete.

[ii] acrónimo inglés de White, Anglo-Saxon and Protestant [‘blanco, anglosajón y protestante’]. Grupo cerrado de estadounidenses de elevada posición social, descendientes de británicos y de religión protestante que, supuestamente, ostentan un poder social y económico desproporcionado en los Estados Unidos.

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Todos los hombres del presidente

Cuando algo se hace añicos, nadie lo puede recomponer. Así pasa con la reputación de una persona, una vez que te pillan mintiendo descaradamente, lo más probable es que nadie te crea. Richard Nixon mintió reiteradamente porque consideraba que estaba en guerra con la prensa liberal (el fin justifica los medios). En EEUU nadie puede mentir al pueblo americano ni a sus representantes [como descubrieron «los diez de Hollywood» cuando terminaron en la cárcel acusados de actividades antiamericanas].

Richard Nixon hubiera ganado fácilmente la reelección sin necesidad de espiar al partido demócrata, pero estaba tan acostumbrado a destrozar a sus oponentes, que no calculó bien sus fuerzas; y dejó hacer a su equipo sin tomar en consideración lo que estipulan las leyes, «Ellos quieren jugar duro y nosotros también jugaremos duro…» dijo en una reunión con sus colaboradores que, luego se supo, tenía por costumbre grabar [conducta propia de una personalidad paranoide].

Los periodistas del Washington Post Carl Bernstein (Dustin Hoffman) y Bob Woodward (Robert Redford) se jugaron su reputación profesional cuando descubrieron que un asunto menor les llevaba al entorno de la Casa Blanca. Tuvieron la suerte de estar en el bando apropiado porque su empresa ya había descubierto lo incómodo que era llevar la contraria a Nixon (como se cuenta en la película «Los papeles del Pentágono»); y lo difícil que es encontrar una fuente fiable que traicione al círculo cerrado de la máxima autoridad del Estado.

Para que estos dos forjasen un equipo ganador fue necesario el apoyo de su jefe, el redactor jefe Ben Bradlee (Jason Robards) y de la dueña del periódico, Katharine Graham. Pero también debieron aprender a confiar el uno en el otro [pese a que Bernstein empezó su relación actuando a espaldas de Woodward].

En una democracia representativa, la libertad de información es la única que equilibra la distancia entre los altos mandatarios y la gente de la calle. Para ello, hace falta que los periodistas se atrevan a cumplir con su deber profesional y garanticen la confidencialidad de sus fuentes. Esto lo hicieron de forma ejemplar Bernstein y Woodward al no revelar la identidad de «garganta profunda» (uno de sus principales informadores); ahora sabemos se trataba de Mark Felt, «número dos» del FBI.

La estrategia contada en la película, hace a los periodistas preguntar a sus contactos lo siguiente: «Si yo publicase … ¿estaría mintiendo?». Con lo que los funcionarios no tenían necesidad de proporcionar la información que ellos buscaban, sino sólo confirmar o desmentir las averiguaciones que ellos barajaban como hipótesis [La conciencia moral de cada uno haría el resto].

No es fácil ganar a Goliat cuando dispone de toda la fortaleza del Estado, pero tampoco es imposible si cada uno es consciente del papel que ocupa y de las consecuencias que se derivan del mismo; en este caso, destapar la verdad para que los ciudadanos la conozcan.

Una gran lección para los tiempos que corren. Cuando la reputación del gigante cae -cuestionada por una larga cadena de contradiciones- nadie puede recomponerla, ni siquiera con la ayuda de todos los hombres del Presidente.

@Salenko1960

 

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EL TOPO (2011)

¿Cómo se descubre a un traidor en una organización que se dedica al espionaje? Esto es lo que cuenta la película “El topo” basándose en la experiencia de John Le Carré como agente del MI6. La respuesta es: poniéndole una trampa. Pero, ¿y si el bando contrario ya lo ha previsto y urde un plan para proteger al infiltrado?, entonces la cosa se complica mucho más. Sólo un agente que tiene muchos años de servicio y que actúa desde fuera puede, con algo de suerte, investigar el asunto y descartar a todos los sospechosos hasta llegar al mentiroso. Eso es lo que hace el agente Smiley (Gary Oldman), que recibe el encargo de los políticos que le despidieron cuando falló la operación “Testimonio” por culpa del topo.

La treta urdida por Karla (dirigente del KGB) consiste en proveer al topo de información aparentemente valiosa, incluso tan aparente que le haga medrar profesionalmente, que le impulse a lo más alto de la organización, donde podrá acceder a información clasificada de alto nivel. Aquí es donde la suerte se alía con Smiley, porque cuando el agente Tarr contacta en Estambul con Irina, una espía soviética dispuesta a facilitar el nombre del topo, al tratar de informar a la central de su hallazgo, el topo intercepta el mensaje y neutraliza la operación.

Smiley sabe que el topo se sienta en la mesa de operaciones junto con el resto del equipo, los que dirigen “El Circus” se llaman Percy Alleline, el nuevo jefe tras la muerte de “Control”, (interpretado por Toby Jones), Bill Haydon (Colin Firth), Roy Bland (Ciarán Hinds) y Toby Esterhase (David Dencik).  El título original hace referencia a un juego infantil en el que los niños se pasan un objeto a la vez que cantan los personajes de la canción, siendo el primero el hojalatero, el segundo el sastre, el tercero el soldado y el último es el ladrón, en este caso el topo. Smiley hereda un juego de ajedrez con las caras de los cuatro sospechosos que había preparado “Control” (John Hurt). El nombre del topo y la suerte que corre no voy a contarlo, mejor lo buscáis en la película.

@salenko1960

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Topaz 1969 (spoiler)

Esta es una película de Hitchcock, rodada con los medios que Hollywood puso en sus manos, lo que se nota en una cuidada fotografía y en la calidad del reparto. La historia arranca con una familia (padre, madre e hija) que sale de la embajada soviética en Dinamarca. La cámara sigue el recorrido de este grupo mientras otros tres personajes siguen su pista por las calles de Copenhague. Estamos en el año 1962 y la Guerra Fría se enfrenta a una serie de amenazas soviéticas que podrían desencadenar la tercera guerra mundial. La familia consigue zafarse del perseverante acoso de los agentes soviéticos pidiendo ayuda a otro agente del bando contrario, llamado Michael Nordstrom (John Forsythe), quien consigue embarcarlos en un avión oficial con destino a Washington. Allí, en una casa de las afueras, el padre del grupo acredita ser el coronel Kusenov del KGB (Per-Axel Arosenius). Éste les informa de los planes cubanos de adquirir material nuclear para lograr que las principales ciudades norteamericanas del Este quedasen expuestas a las armas nucleares soviéticas. La información requiere ser contrastada, pero se decide implicar a los servicios secretos de un país aliado para evitar las sospechas de que se trata de un complot de la CIA y para garantizar un buen trato a Kusenov que aliente a otros espías a seguir la misma suerte.

Nordstrom contacta con su amigo Andre Devereaux (Frederick Stafford), agente secreto al servicio de Francia, que acepta el encargo por su amistad con el americano y porque sospecha que sus informes son filtrados al KGB a través de una red de agentes dobles que trabajan desde la OTAN (La red Topaz, que da nombre al film). Devereaux moviliza a su red para lograr pruebas documentales de la delegación cubana que va a intervenir en la ONU y posteriormente viaja a Cuba para reforzar estos indicios.

En Cuba visita a su contacto Juanita de Córdoba (Karin Dor), con la que mantiene un romance, y que está muy bien considerada por las autoridades revolucionarias. Sin embargo uno de ellos, Rico Parra (John Vernon), sospecha de ella y consigue las pruebas de su traición justo antes de que Devereaux abandone Cuba con lo que había ido a buscar, la demostración de que el régimen cubano maneja misiles nucleares.

Cuando regresa a Washington se encuentra con el agradecimiento de Nordstrom y con una citación para que comparezca en París por el conflicto diplomático que ha causado entre su gobierno y el de Cuba. Antes del viaje, Nordstrom arregla un encuentro con Kunesov para que sea testigo de lo que el KGB sabe a propósito de la red Topaz.

En Paris trata de descubrir a los responsables de la red, viejos conocidos suyos, con la ayuda de su yerno, que es periodista, y de su propia mujer, amante del cabecilla de la red, el carismático Jacques Granville (Michel Piccoli). Cuando lo consigue, informa a los norteamericanos y éstos dejan en evidencia a Granville, que se suicida.

Las tretas que se ponen de manifiesto en esta película son varias. Por un lado, los servicios secretos norteamericanos no quieren aparecer como protagonistas de una operación y dejan que se implique un país aliado, en este caso Francia. Otra es cómo acabar con las filtraciones recurrentes que se producen entre los países aliados y el KGB, esta sospecha paranoide, de la que nadie se escapa, lleva a uno de los espías, Henri Jarre (Philippe Noiret), a negar las evidencias para ganar tiempo. La última de las estratagemas explicadas en el film es la de que los espías buscan involucrar a aquellas personas que, por dinero o por convicciones, están dispuestas a pasar información relevante al bando contrario. La suerte de estos dobles espías no parece preocupar a los agentes secretos, con tal de lograr el avance de sus operaciones.

Una curiosidad de esta película es que se rodó con una peculiar contribución riojana. En concreto, con una botella de vino de Rioja (Marqués de Cáceres) que aparece en una de las escenas cubanas, lo que no parece plausible ni en el momento en el que transcurren los hechos ni en la actualidad, donde la penuria y el desabastecimiento forman parte del paisaje cotidiano cubano.

@salenko1960

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Notorius 1946 (Encadenados)

¿Acabó la Segunda Guerra Mundial en 1945? Los que sois seguidores de este blog conocéis la continuación del conflicto por otros medios en lo que hoy conocemos como Guerra Fría, pero ¿qué pasó con los nazis? Muchos emigraron a otras latitudes, incluso pasando por España, que era un territorio más o menos amigable para ellos y sus ideas. Otros cruzaron el Atlántico para camuflarse con otra identidad en las repúblicas sudamericanas donde no se les tomaba por asesinos y psicópatas. Esto es lo que nos cuenta Hitchcock en su película.

El mago del misterio emparejó a dos grandes actores de la época para interpretar un romance en Río de Janeiro, adonde llega Alicia Huberman (Ingrid Bergman) acompañada del agente secreto Devlin (Cary Grant). Ella es la hija de un espía nazi condenado en EEUU, él trabaja para desmantelar  la red con la que el espía se relacionó en Brasil.

Aunque no es una profesional del contraespionaje, Alicia accede a infiltrarse utilizando sus armas de mujer, porque Devlin no prioriza su amor frente al trabajo a realizar. Para la moral de la época, Alicia echaba por tierra su reputación personal, pero ella actuaba por patriotismo. Hitchcock sometía al espectador a una tensión moral entre los sentimientos de Alicia y las renuncias que imponía la operación.

La treta de este caso es utilizar a una ciudadana sin vínculos con la Administración para lograr desmantelar una red de conspiradores que amenazan la estabilidad de EEUU. Esta cuestión de utilizar “civiles” motivados por sus convicciones políticas fue reiteradamente utilizada por los dos bandos en la GF.

Alicia facilita el trabajo de Devlin para que descubra las intenciones de los nazis, que básicamente consistían en fabricar una bomba atómica. Lo que pasa es que Alexander Sebastian (Claude Rains) descubre el doble papel de Alicia, se lo cuenta a su madre y deciden eliminar a Alicia envenenándole los cafés. Este asunto del envenenamiento se convirtió en la manera favorita de muchos cineastas para hacer desaparecer a quien convenía, porque las técnicas forenses no estaban lo suficientemente desarrolladas como para levantar sospechas de asesinato.

La iniciativa de Devlin al sospechar que algo iba mal en la operación le lleva a introducirse en la mansión de Alexander, descubrir la situación de Alicia y lograr sacarla de casa en medio de la sorpresa del grupo nazi, que no estaba al corriente de los planes de los Sebastian, lo que deja a Alexander expuesto a ser eliminado por sus superiores.

Pese a no ser uno de los grandes éxitos de Hitchcock, no fue la primera vez que este director británico abordó asuntos de la GF, pero cambiando a los malos. Tras los juicios de Nuremberg, la amenaza nazi pasó a un segundo plano frente a la amenaza de la insurgencia comunista.

@salenko1960                 Septiembre 2017

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La casa Rusia, 1990

Son pocas las películas de gran presupuesto que se han centrado en contarnos los últimos años del periodo soviético. En el caso del que vamos a tratar hoy, la historia transcurre durante los primeros años de mandato de Gorbachov y su renombrada Glasnost.

En un entorno de relaciones culturales entre británicos y soviéticos, el editor Barley (Sean Connery) despierta el interés de un científico soviético apodado “Dante” (Klaus Maria Brandauer), que desea publicar sus descubrimientos militares en Occidente. Por desgracia para él, el manuscrito cae en poder del MI5 británico, que pide ayuda a la CIA para averiguar si el hallazgo es veraz. Para lograrlo, le piden a Barley que averigüe todo lo que pueda del enlace que utiliza Dante en la figura de Katya (Michelle Pfeiffer) para encontrar indicios de verosimilitud.

Centrándonos en las tretas, es interesante la relación que se describe entre los dos grandes servicios secretos occidentales, personificados en Russell (Roy Scheider) y Ned (James Fox). Al parecer, aunque ambos comparten el mismo objetivo estratégico, las diferencias tácticas son cada vez más patentes, hasta llegar al punto de que los americanos pretenden evitar que Barley sea su hombre clave para reemplazarlo por un profesional del espionaje. Al ser un relato basado en un libro de un escritor británico (John Le Carré) el resultado final hace hincapié en que los americanos, descritos como fanfarrones, agresivos y despiadados, acaban siendo burlados pese a las advertencias de los británicos.

La relación entre Katya y Barley se va haciendo más íntima a la vez que se ponen de manifiesto los intereses morales de Dante. Los encuentros entre ellos dos ponen de manifiesto la sinceridad de Barley, que en ningún momento oculta el hecho de que el manuscrito ha caído en las manos de los servicios secretos. Los dos actúan de buena fe, pese a que el resultado final es absolutamente dispar en ambos personajes.

Cuando parece que la CIA va a validar la incapacidad del poderío soviético para llevar a cabo un ataque nuclear exitoso, lo que dejaría sin trabajo a los espías, Barley decide traicionar las instrucciones recibidas y entregar el manuscrito al KGB a cambio de la inmunidad de Katya y su familia. Una forma moralmente aceptable de lograr sus propósitos y engañar a la CIA.

Una de las curiosidades que se describen en el film es el protocolo de actuación para descubrir si un informante es fiable o no. Las pruebas se llevan a cabo en una casa apartada donde el aspirante es profusamente interrogado y pasado por el detector de mentiras hasta llegar a la conclusión de que no tiene ninguna motivación ideológica, lo que le lleva a ser rechazado, en primera instancia, por el máximo responsable de la operación. Otras cuestiones tratadas son las relaciones entre los servicios secretos y un ciudadano, que no es un enemigo, pero que mantiene una independencia de criterio que causa desconcierto a los profesionales del espionaje; los encuentros discretos con la fuente de la filtración que se producen en diferentes localizaciones, siempre en presencia de público, y que muestran una imagen realista de la situación de la Rusia tardo-soviética; el aburrimiento de los espías que dependen tanto de la tecnología que su trabajo pierde cualquier aliciente.

La cuestión más relevante es la relativa a digerir el hecho de que la amenaza soviética no tiene la capacidad operativa que le atribuyen los informes oficiales. En definitiva, cómo justificamos el trabajo de los servicios de seguridad cuando sabemos que el enemigo no puede hacernos daño. Este pudo ser el dilema que afrontó Reagan hasta que aprendió a confiar en los soviéticos y descubrió con sorpresa que ellos tenían el temor de padecer un ataque nuclear que no formaba parte de los planes del mandatario estadounidense. Fueron momentos clave en que los dos dirigentes descubrieron que se podía confiar en la otra parte o, como dice un proverbio ruso: “confía, pero comprueba”.

@salenko1960

 

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Los tres días del cóndor (1975)

 

Es una película dirigida por Sydney Pollack y protagonizada por Robert Redford, quien da vida al personaje del espía de segunda fila Joseph Turner. Un analista de contenidos políticos de la CIA, que trabaja en una oficina secreta de Nueva York en el momento en que se produce un atentado organizado por asesinos profesionales que acaba con todos sus compañeros. Cuando Turner trata de averiguar por qué quieren acabar con este grupo, aparentemente intrascendente, se produce una persecución por los lugares comunes de Turner que le motiva a secuestrar a una desconocida, Kathy Hale (Faye Dunaway), para desconcertar a sus perseguidores.

¿Cuáles son las tretas que magistralmente expone esta película? En primer lugar, los espectadores se sorprenden al enterarse de que una anodina oficina de un barrio de clase media neoyorkina se dedique a trabajar para la CIA. ¿Cómo es posible que esos agentes no estén en las oficinas centrales de la CIA? Al parecer, se considera que los analistas deben tener vida social para que estén motivados y bien relacionados.

El perfil de Turner es el de un “cerebrito” que podría dedicarse a cualquier actividad intelectual, pero que decide comprometerse con la Agencia por razones que no vienen a cuento para la historia. Se trata de un espía que no lo parece: no lleva armas, desconoce sus propios protocolos y a duras penas recuerda sus claves de acceso, porque su trabajo es aparentemente aburrido e intrascendente; hasta que da con algo que despierta todas las alarmas: las conexiones petrolíferas en Iberoamérica. El solo hecho de que haya descubierto este entramado de intereses geopolíticos le convierte en una persona más valiosa muerta que viva, para no interferir en ciertos planes liderados por un sector poderosísimo de la CIA.

Otra cuestión que se explica con meridiana claridad es la de los trabajos sucios que la CIA prefiere encargar a agentes externos para no tener que “mancharse las manos”. Aquí, Pollack le cede el protagonismo al asesino profesional G. Joubert (Max von Sydow), un europeo frío e inexpresivo pero letal incluso con la persona que, en primera instancia, le contrata pero que luego se convierte en su objetivo, para dejar limpia la trama de asesinatos que ha provocado el caso Turner.

Al parecer, uno nunca está seguro trabajando para la CIA. Si tus ambiciones colisionan con los intereses de la Agencia, puedes acabar siendo asesinado con la colaboración de tu mejor compañero de trabajo.

La última cuestión que quiero analizar es la relación que se sugiere entre los ciudadanos y las “cloacas del Estado” (como bautizó Felipe González a los servicios secretos). En un momento terminal de la película, Turner amenaza a su superior, J. Higgins (Cliff Robertson), con el hecho de que ha contado su historia a un periódico para blindar su vida, Higgins duda de que esa historia vaya a ser publicada porque los intereses políticos priorizan las necesidades de los ciudadanos por encima del respeto a la Ley. “¿Qué les dirán los políticos a los ciudadanos cuando no puedan calentar sus hogares?”.

De alguna forma, se atiene a lo expuesto por Maquiavelo, a quien se le atribuye el principio de que “el fin justifica los medios”. Este principio ha sido utilizado incluso por la Iglesia Católica para quemar herejes y combatir las desviaciones doctrinales.

Lo que nos lleva a la siguiente reflexión: ¿estamos los ciudadanos dispuestos a consentir que el Estado utilice medios -aberrantes para la moral particular- a cambio de garantizarnos la satisfacción de nuestras necesidades? Como dijo Benjamin Franklin, “quien cambia un poco de libertad a cambio de un poco de seguridad, no se merece ni lo uno ni lo otro”. Es decir, la preocupación por las razones morales no es solo una cuestión individual sino colectiva, los derechos ciudadanos nos obligan a estar informados mal que nos pese. Las “verdades incómodas” que podamos descubrir no harán más confortable nuestra vida, pero son la responsabilidad que tenemos por disponer de libertades públicas. Al menos, es algo sobre lo que vale la pena reflexionar.

Esta película está basada en la novela de 1974 “Six Days of the Condor”, de James Grady.

@salenko1960