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Comienza la Guerra Fría (podcast)

Mis amigos de Antena Historia han publicado el primer podcast dedicado a los primeros diez años de Guerra Fría. Tocamos los siguientes temas:

  1. Introducción: el inicio de la Guerra Fría.

1.1 Las consecuencias de la paz y las discrepancias ideológicas de los aliados.

1.2  El  nuevo “tablero” de juego europeo:

– El proceso de desnazificación.

– El Plan Marshall (1947-1951).

– El bloqueo de Berlín (1948-1949).

– La creación de los bloques: OTAN (1949) versus Pacto de Varsovia (1955).

– La diplomacia nuclear: el factor de la “bomba atómica” en las relaciones internacionales.

– La generación del Baby Boom (1946-1964).

 

  1. Liderazgo durante la primera década de la Guerra Fría.

2.1 Iosif Stalin (URSS).

2.2 Harry S. Truman (USA).

2.3 Winston Churchill (GB).

2.4 Nikita Jrushchov/Kruschev (URSS).

2.5 Dwight D. Eisenhower (USA).

 

  1. Una nueva cultura se abre camino: música en los años 40 y 50

3.1 Bloque soviético:

-Klavdiya Ivanovna Shulgenko: “Cielito Lindo”/“Chelita” (1949).

-Rashid Majid oglu Beybutov; “Servidores Duet y criadas (1948).

– Vladimir Aleksandrovich Nechaev: “Es bueno ser joven” (1956).

3.2 Bloque occidental:

– Frank Sinatra: “Begin the Beguine” (1946).

– Glen Miller y Benny Goodman: las grandes orquestas.

– Apogeo mundial del Jazz, a partir de la década de 1950.

– Nacimiento del Rock and Roll (Elvis Presley, Bill Halley).

– La música en España: Lola Flores (“la Zarzamora”) y Antonio Machín (“Yo te diré”) (1946)

Aquí os dejo el enlace. ¡Que lo disfrutéis!

Enlace…

https://antenahistoria.wordpress.com/2018/07/20/ah-49-comienza-la-guerra-fria/

@Salenko1960             Julio 2018

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La caza del Octubre Rojo, 1990.

Engañando a todo el Imperio.

¿Cómo engañar a los tuyos para poder desertar con la nave más avanzada de la marina de guerra soviética?

El director John_McTiernan basa su historia en el famoso libro de Tom Clancy con el que éste inicia su serie de novelas (centradas en el agente de la CIA Jack Ryan, interpretado por Alec Baldwin). Está basado en parte en la historia del capitán Jonas Pleškys que desertó en 1961 con su nave.

En este caso, la reacción del mando soviético es previsible, convencer a los norteamericanos de que sus intenciones son hostiles y de que deben cazarlo antes de que dispare sus misiles nucleares [lo último que yo haría es enviar una carta al mando de la flota contándole mis intenciones, porque es posible que haga algo para impedirlo]. Pero aún y todo, el capitán Ramius (Sean Connery) tiene recursos más que suficientes para eludir y neutralizar los intentos de destrucción que se despliegan en su contra.

El papel de Ryan consiste en ser el único capaz de acertar con las intenciones de Ramius y llegar a tiempo para convencer al capitán Mancuso (Scott Glenn ), de que no utilice la fuerza de su nave y  de que incumpla las órdenes del mando (lo que permitiría a la CIA analizar la novedosa tecnología de propulsión que impulsa al Octubre Rojo).

Cuando el Imperio soviético estaba a punto de derrumbarse, esta película nos recordaba las intenciones guerreras de una parte del Ejército Rojo. Gorbachov ya había tomado nota de esta circunstancia al producirse el incidente de la avioneta de Mathias Rust (el que aterrizó en la Plaza roja poniendo en evidencia el sistema soviético de alerta aérea). Esta descomposición interna de la URSS es lo que explico en la entrada que denomino la “Cuarta singladura”.

@salenko1960

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Segunda singladura: Jrushchov – Kennedy. 1961-1963

En esta segunda entrega se describe el episodio álgido de la Guerra Fría, la Crisis de los misiles de Cuba. El mundo se asomó al abismo de un conflicto nuclear cuando ambas superpotencias habían desarrollado armamento termonuclear con misiles de alcance medio e intercontinental, capaces de alcanzar las principales ciudades de ambas naciones.

SITUACIÓN PREVIA

Tras la muerte de Stalin en la URSS se impuso una dirección colectiva en la que pronto destacó la figura de Jrushchov sobre los otros aspirantes. En febrero de 1956 el Secretario General pronunció un discurso secreto ante el plenario del XX Congreso del PCUS, en el que criticó el culto a la personalidad de Stalin y censuró los fracasos del zar rojo. Este discurso se difundió entre los ambientes comunistas y se filtró a la inteligencia norteamericana, pese a lo cual el presidente Eisenhower siguió desconfiando de las intenciones soviéticas.

En este periodo se había producido una cierta estabilización de la Guerra Fría, los dos contendientes admitían la división de Alemania y eran muy conscientes de la capacidad destructiva de las armas nucleares. Los sistemas de reparto (delivery) se habían beneficiado de los avances misilísticos y ya no era necesario disponer de una gran flota de aviones porque los misiles se podían lanzar desde submarinos o bases en tierra con un alcance cada vez mayor.

El traslado de la confrontación entre comunismo y capitalismo a la periferia había incorporado a la China continental como un elemento desestabilizador, porque Mao estaba dispuesto a padecer un ataque nuclear con tal de recuperar Taiwán. Winston Churchill volvía a ser primer ministro en Gran Bretaña y se daba cuenta de la necesidad de reducir las tensiones entre rusos y americanos por el bien de la estabilidad de Europa. Los bloques militares se organizaron en las dos grandes estructuras, la OTAN y el Pacto de Varsovia, ninguno de los dos bloques pretendía iniciar las hostilidades pero la respuesta de “represalia masiva” se convirtió en el eje de la política de defensa de EEUU.

Los republicanos habían superado las heridas del Macarthismo y consideraban que la política de contención había sido un error, porque ponía a miles de personas en riesgo de caer bajo el dominio de una dictadura despiadada que despreciaba los derechos individuales. Las acciones encubiertas de la CIA se prodigaban porque evitaban el gasto que suponía disponer de tropas regulares convencionales, sus efectivos se multiplicaron por tres. El lanzamiento del primer satélite artificial por parte de la URSS, el Sputnik, significó una advertencia para la administración norteamericana porque la guerra se podía desplazar a un nuevo escenario, el espacio exterior. Los avances tecnológicos producidos por los científicos soviéticos llevaron a Jrushchov a vaticinar que pronto EEUU se vería superado en prosperidad por la URSS. Este optimismo no se debilitó cuando el Secretario General visitó oficialmente los EEUU en otoño de 1959 y viajó por sus ciudades y centros de producción.

Cuando parecía que se estaban aproximando las posturas entre los dos mandatarios y se celebraba una cumbre en París, se produjo el derribo de un avión espía U-2 en el espacio aéreo soviético y Jrushchov reaccionó de forma airada exigiendo disculpas por este hecho a Eisenhower quien no reconoció los hechos. Era el otoño de 1959 y al año siguiente se produciría el relevo en la presidencia de EEUU donde aparecería un joven católico, avalado por acciones heroicas durante la Segunda Guerra Mundial y que daría la réplica al comportamiento vehemente del Secretario General soviético.

LOS RASGOS PSICOLÓGICOS DE NIKITA JRUSHCHOV

Jrushchov nació en 1894 en una pequeña población rusa cerca de la frontera con Ucrania. De origen humilde, tuvo que dejar los estudios y trabajó como obrero y minero hasta que se afilió al Partido y se dedicó en cuerpo y alma a la revolución. En la segunda guerra mundial tuvo un papel destacado en el sitio de Stalingrado. Cuando murió Stalin se decidió crear una troika de dirigentes entre los que figuraba Jrushchov y en la que ninguno de los tres destacaba por sus capacidades oratorias. Poco a poco, Jrushchov se fue deshaciendo de sus otros dos competidores hasta que, dos años después de la muerte de Stalin, logró convertirse en el líder supremo de la URSS.

Su carácter era tosco, austero y volátil. Pese a que intentó retomar sus estudios como ingeniero no logró terminarlos, aunque sí demostró una gran creatividad para resolver problemas complejos. Su inteligencia se basaba mucho más en su intuición que en una mente estructurada, lo que le llevaba a cambiar de criterio en cuestiones fundamentales. Sus orígenes campesinos no le impidieron forjar una personalidad optimista por naturaleza. Algunos de sus críticos señalan de él que era muy poco diplomático y que, como negociador, tensaba la cuerda en exceso. Su relación con el Presidente Kennedy en un primer momento fue difícil porque menospreció sus capacidades, lo consideraba un niño rico mimado. Posteriormente esta relación mejoró porque su capacidad de reacción a los envites que él le lanzaba le sorprendió.

Uno de los ejes de su política fue distanciarse de Stalin. Cuando, en febrero de 1956, pronunció su discurso secreto en el que criticó a Stalin, lo consideró una desviación de las líneas trazadas por Lenin para desarrollar una sociedad comunista. Pero este revisionismo le ocasionó muchos enemigos dentro de la órbita socialista como, por ejemplo, Mao.

Una persona intuitiva cuando maneja situaciones complejas con información incompleta (como la crisis de los misiles de Cuba) se suele comportar de manera compulsiva, es como un jugador que, cuando pierde una mano, dobla la apuesta en la siguiente; así se debió conducir Jrushchov en su relación con los presidentes norteamericanos (llegó a decir que Eisenhower y Kennedy son la misma mierda).

Su confianza en sus capacidades le llevó a no ver el peligro que corría su autoridad, sus enemigos se aprovecharon de ello para destituirle en 1964. Curiosamente, este superviviente de Stalin apenas trató de defenderse y pasó sus últimos años en una situación de melancolía hasta que falleció en 1971.

 

LOS RASGOS PSICOLÓGICOS DE JOHN FITZGERALD KENNEDY

Es muy difícil separar a la persona del mito que rodea a la figura de JFK. Por un lado, nos encontramos con un presidente que gana sus elecciones por muy poco al candidato republicano, todavía resulta de interés para los analistas el primer debate televisado entre Kennedy y Nixon que, al parecer, fue decisivo para su victoria electoral. Por otro lado, nos encontramos en presencia de un presidente asesinado por razones no suficientemente esclarecidas, el único de los ocho comandantes en jefe analizados en las cuatro singladuras que deja tras de sí una estela mítica cargada de glamour y falsas apariencias[i]. Sus discursos han creado escuela en varios presidentes posteriores, especialmente demócratas. La imagen de su brutal asesinato acompañará a mi generación como la prueba de un dirigente que quiso cambiar la forma de hacer política minimizando el hecho de que fue el primero en acercarnos al abismo de una guerra termonuclear.

Hay un cierto consenso entre los historiadores sobre su complejo de inferioridad a la hora de juzgar las decisiones que tomó. Yo me inclino a pensar que, en realidad, se sentía como un pez fuera del agua. En primer lugar, no era el elegido por su padre para llegar a lo más alto y para dar forma a unas aspiraciones políticas que se habían visto frustradas por el nazismo de su acaudalado ancestro. Su hermano mayor Joseph era el predestinado para jugar ese papel, hasta su muerte prematura al final de la segunda guerra mundial. Los turbios contactos de su familia le impulsaron políticamente hasta ocupar un asiento en el Senado de EEUU.

En segundo lugar, pertenecía a una minoría mal vista por muchos norteamericanos, la de los católicos irlandeses, afamados por su carácter pendenciero y su apego a la familia en mayor medida que la practicada por el resto de familias wasp[ii] y que les hacía asemejarse a los clanes mafiosos, tal como se describe en la saga de “El Padrino”. De su afición a las peleas se explica que, pese a no tener un cuerpo especialmente fornido, se hiciese jugador de futbol americano y acabase lesionado en la espalda, secuela que arrastró toda su vida y que degeneró en una dependencia exagerada de los calmantes y de otras drogas que aliviasen su sufrimiento. De su apego a la familia se deriva su obsesión por guardar las apariencias, especialmente cuando le era infiel a su esposa Jackie de forma poco menos que compulsiva con casi todas la bellezas que se cruzaron con él. También es testigo de esta dependencia familiar el tándem que formó con su hermano Robert, su más fiel colaborador.

Aparte de las consideraciones anteriores, se justifica que sobrerreaccionase a muchos de los desafíos a los que les sometió Jrushchov porque se los tomaba como algo personal. Los 23 años de diferencia que le sacaba el líder soviético le ponían en desventaja respecto de los acontecimientos vividos por uno y otro. Pero la necesidad de no parecer blando ante el comunismo le forzaba a elegir las respuestas más firmes y contundentes, pese al riesgo de desencadenar una guerra de consecuencias imprevisibles. Hasta que se dio cuenta de que esta escalada de “acción – reacción” solo podía terminar con una gran aniquilación mutua y que era mucho más inteligente diseñar una respuesta flexible que incluyera actuaciones diplomáticas, acciones encubiertas y operaciones con armas convencionales.

Su legado está lleno de luces y sombras pero su abrupta desaparición le permitió convertirse en un icono que representaba la posibilidad de cambiar la confrontación de forma más constructiva. Pese a sus debilidades personales, las apelaciones que dejó en sus discursos a unos valores progresistas se han convertido en la herencia más valiosa para las generaciones futuras.

ACONTECIMIENTOS

Las capacidades diplomáticas de Jrushchov ya habían quedado en evidencia cuando Kennedy llegó al poder en enero de 1961. A este panorama podemos sumar los éxitos logrados por el programa espacial soviético, en especial la hazaña del vuelo orbital de Yuri Gagarin y el desastre del desembarco organizado por la CIA en Bahía Cochinos, Cuba, para entender el momento de máxima popularidad del líder soviético frente a la incertidumbre que suponía la llegada al poder del presidente más joven de EEUU.

Debido a ello se puede comprender la tosquedad con la que se comportó Jrushchov en su primer encuentro con Kennedy ocurrido en junio de 1961 en Viena. La exigencia soviética de formalizar un acuerdo de paz que definiera el estatus de Berlín puso a Kennedy entre la espada y la pared. Para no dar sensación de debilidad, Kennedy adoptó unas fuertes contramedidas para disuadir a Jrushchov de adoptar cualquier medida unilateral y amenazó a los soviéticos con un “frío invierno” en sus relaciones. Mientras tanto la RDA se desangraba con un número incesante de técnicos y especialistas que se pasaban a Occidente atraídos por las promesas de llevar una vida más cómoda. Jrushchov se vio empujado a negociar un tratado de paz independiente con la RDA o adoptar alguna medida que parase la “sangría” económica que padecía este país (en esos meses se calculó en 1.000 personas diarias las que saltaban al otro lado). En agosto de 1961 Berlín se convirtió en una ciudad dividida.

El muro dividió calles, parques y edificios separando a amigos y familias que, hasta entonces, podían visitarse con asiduidad. La reacción de Kennedy fue desplazar vehículos blindados por la autobahn hacia Berlín. Se llegó a pensar en un conflicto nuclear y muchos norteamericanos empezaron a construir refugios nucleares en los sótanos de sus casas. El enfrentamiento se calmó después de que Kennedy se negase a derribar el muro y de que Jrushchov desistiera de firmar un acuerdo con la RDA. Dos años después Kennedy visitó la ciudad y proclamó su célebre frase “Ich bin ein Berliner” como muestra de solidaridad con los ciudadanos de Berlín Oeste.

Las dos superpotencias reanudaron sus pruebas nucleares y la tensión volvió a aumentar cuando otro avión espía detectó las bases de misiles que Jrushchov había autorizado a construir en Cuba. Los misiles de medio y largo alcance que aparecían en las fotografías podían alcanzar la mayoría de las grandes poblaciones ubicadas en territorio de los EEUU. Por primera vez, los norteamericanos podían ser atacados con armamento nuclear desde un territorio que siempre había sido considerado su “patio trasero”.

Castro y sus barbudos gozaban de muchas simpatías entre los soviéticos, su modelo de revolución era visto como una forma de combatir el imperialismo, especialmente por los jóvenes. Los ataques contra Castro por parte de la CIA (operación Mangosta) demostraban el carácter épico de este movimiento y su arraigo en el sentir popular había quedado demostrado con la facilidad con la que el régimen había desbaratado la invasión. La amistad cubano-soviética ponía a Kennedy en un brete y éste lo decidió asumir de forma contundente/resuelta/atrevida. El 22 de octubre se dirigió por televisión a su nación para anunciar su decisión de someter a la isla caribeña a una cuarentena para evitar una guerra.

Jrushchov no contaba con la posibilidad de que sus planes de despliegue de misiles fueran descubiertos antes de que estuvieran operativos. Su intención no era iniciar el ataque sino devolver a Norteamérica el golpe que supuso el despliegue de sus misiles en Turquía, tan cerca de su zona de influencia. Quería hacerles sentir de cerca la amenaza nuclear.

Al hacerse pública la crisis, el mundo contuvo la respiración porque parecía que nadie podía detener el conflicto. En la ONU se movilizaron para tratar de aclarar los hechos y buscar otras posibilidades. Pero Kennedy ya había pasado por el ridículo de Bahía Cochinos y  la construcción del Muro de Berlín, y no estaba dispuesto a ceder en esto. La negociación entre su hermano Robert y el embajador soviético en Washington resultó provechosa porque incluía un acuerdo secreto sobre Turquía que permitía a Jrushchov salvar la cara.

Cuando el bloqueo naval parecía a punto de provocar el primer casus belli tras la segunda guerra mundial, las naves soviéticas dieron media vuelta sin dar tiempo a que se produjesen heridos. La amenaza de una devastación hizo recapacitar a ambos dirigentes sobre lo que era más conveniente en la defensa de sus conciudadanos. Ambos eran conocedores de que una guerra termonuclear podía acabar con la vida en la tierra. Posteriormente decidieron limitar las pruebas nucleares en el espacio y establecer una línea de comunicación directa entre el Kremlin y la Casa Blanca, el llamado “teléfono rojo”.

Al hacer el balance de la presidencia de Kennedy, tenemos que incluir dos iniciativas políticas y otra militar para asegurar que, aunque corto en el tiempo, fue un mandato muy fructífero y determinante para sus sucesores. La primera es la conocida como “Alianza para el progreso”, un intento fallido de promover el desarrollo social en la zona de influencia norteamericana. Supuso proporcionar 10.000 millones de dólares a los países latinoamericanos para invertirlos en educación, construcción de viviendas, reformas agrarias y salud pública. El problema fue cuando estas intenciones chocaban con los intereses de las élites gobernantes y de las compañías norteamericanas (como la United Fruit), de manera que los intereses económicos se antepusieron a las reformas sociales. Ni siquiera se redujo el número de dictaduras militares en esta área geopolítica.

Otro proyecto más exitoso fue el llamado Peace Corps, que impulsó a 500 jóvenes voluntarios americanos a enseñar en las escuelas y trabajar los campos de ocho países en vías de desarrollo. Fue una manera de propagar los valores propios de la democracia norteamericana para convertirlos en impulsores del desarrollo social. A mediados de los 80 logró que más de 100.000 norteamericanos hubieran servido en el exterior y el programa ha tenido continuidad hasta nuestros días.

El tercer legado de JFK fue la creación de los “boinas verdes” una unidad de élite concebida para luchar contra la subversión. Como consecuencia de la crisis de los misiles, Kennedy se dio cuenta de que los EEUU necesitaban dotarse de una respuesta flexible que incluyera todo tipo de intervenciones, de mayor y menor escala, para evitar la confrontación nuclear. A pesar de ello, la administración demócrata aumentó considerablemente el arsenal nuclear, con lo que dio al traste con la posibilidad de limitar la carrera de armamentos nucleares. Por otro lado, el aumento del presupuesto militar predispuso al departamento de Defensa a implicarse más en la guerra de Vietnam.

En cuanto al legado de Jrushchov, permitió una cierta apertura del régimen soviético al renunciar a la herencia totalitaria del estalinismo. Esta renuncia no fue bien aceptada por todas las élites socialistas y dio alas a los reformistas en Hungría, lo que obligó a Jrushchov a tomar medidas militares para mantenerse en el poder.

Estos dos personajes pusieron en peligro la paz mundial pero renunciaron a un ejercicio de exterminio mutuo pese a las presiones internas que así lo exigían. La Guerra Fría vivió un momento de inflexión porque las sociedades alineadas con las dos superpotencias tomaron conciencia de lo que había en juego. Cuando los avances científicos se ponen al servicio de los objetivos geoestratégicos, ninguno de los bandos defiende un mundo mejor sino la idea supremacista de que “la razón está de mi parte”.

@salenko1960

[i] En referencia a la idea de Camelot con la que muchos periodistas identificaban a su gabinete.

[ii] acrónimo inglés de White, Anglo-Saxon and Protestant [‘blanco, anglosajón y protestante’]. Grupo cerrado de estadounidenses de elevada posición social, descendientes de británicos y de religión protestante que, supuestamente, ostentan un poder social y económico desproporcionado en los Estados Unidos.

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TRECE DÍAS 2000

El título de esta película hace referencia a esos trece días que pasaron desde que la administración del Presidente Kennedy descubrió las bases de misiles soviéticos en Cuba hasta que se desarrollaron las medidas que evitaron una guerra termonuclear con la URSS. En esta película, protagonizada por Kevin Costner, el actor interpreta a Kenny O’Donnell, el secretario personal de JFK (papel asignado a Bruce Greenwood). En los ámbitos periodísticos de Washington era un reconocido miembro de la “mafia irlandesa” que rodeaba al Presidente. Otro de los protagonistas es el hermano del Presidente, Robert Kennedy (Steven Culp).

La película está basada en hechos reales, aunque el papel que jugó cada uno sólo se sabe por aproximación. La cantidad de mentiras y medias verdades es parte de la trama y, a veces, se vuelve difícil seguir el estado del relato. Veamos algunas de las principales tretas contadas en la película.

La primera es cómo lograr que los rusos revelen a la comunidad internacional lo que están haciendo en Cuba sin mostrarles las pruebas que ha logrado el espionaje aéreo. La segunda es engañar a los rusos respecto a las verdaderas intenciones de los Estados Unidos. La tercera es engañar a los medios de comunicación sobre lo que realmente está pasando en medio de la Crisis.

Una de las cosas más interesantes es la descripción de las presiones que recibían los políticos por parte de los altos mandos militares. La película los describe como los malos de la historia (belicistas, deshonestos y fanfarrones) cuando, en realidad, todos mantuvieron la cadena de mando y eso evitó que se produjera una tercera guerra mundial. Ese ambiente “conspiranoico” puede alentar en el espectador la idea de que el complot que acabó con la vida de John Fitzgerald Kennedy comenzara a fraguarse en esas reuniones del gabinete de Crisis.

Otro de los asuntos cruciales es cómo presentar ante la opinión pública un bloqueo marítimo a un país independiente como si fuera una medida sanitaria. El nombre de “Cuarentena” es la manera en que la Administración Kennedy bautizó esta operación militar, para la que no se disponía de legitimación internacional previa, pero que estuvo a punto de causar el primer casus belli de un conflicto apocalíptico.

En la negociación que se produjo entre los dos bandos resultó fundamental el papel del embajador de EEUU en la ONU, Adlai Stevenson (Michael Fairman), quien se jugó su puesto al sugerir un intercambio de bazas con los soviéticos, retirar los misiles Júpiter desplegados en Turquía a cambio de desmantelar las bases de misiles cubanas. Esta jugada, que hoy conocemos que fue la razón que permitió a las dos partes salir airosas del trance, fue manipulada para ofrecer una imagen poderosa de Kennedy, capaz de mostrarse inflexible ante el chantaje nuclear de Jrushchov.

Las dos administraciones acordaron establecer un sistema fiable de comunicación que fue llamado “el teléfono rojo”, aunque en un primer momento era una línea de teletipo. Aunque la película no cuenta las consecuencias de esta Crisis, lo cierto es que ambos dirigentes lo pagaron muy caro. Kennedy fue asesinado por… no se sabe quién con certeza y Jrushchov fue destituido en 1964 mediante un golpe de estado político protagonizado por Brézhnev. Un final triste para dos líderes que estuvieron a punto de ocasionar una hecatombe y que sintieron vértigo cuando se asomaron al abismo de un invierno nuclear.

@salenko1960

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La casa Rusia, 1990

Son pocas las películas de gran presupuesto que se han centrado en contarnos los últimos años del periodo soviético. En el caso del que vamos a tratar hoy, la historia transcurre durante los primeros años de mandato de Gorbachov y su renombrada Glasnost.

En un entorno de relaciones culturales entre británicos y soviéticos, el editor Barley (Sean Connery) despierta el interés de un científico soviético apodado “Dante” (Klaus Maria Brandauer), que desea publicar sus descubrimientos militares en Occidente. Por desgracia para él, el manuscrito cae en poder del MI5 británico, que pide ayuda a la CIA para averiguar si el hallazgo es veraz. Para lograrlo, le piden a Barley que averigüe todo lo que pueda del enlace que utiliza Dante en la figura de Katya (Michelle Pfeiffer) para encontrar indicios de verosimilitud.

Centrándonos en las tretas, es interesante la relación que se describe entre los dos grandes servicios secretos occidentales, personificados en Russell (Roy Scheider) y Ned (James Fox). Al parecer, aunque ambos comparten el mismo objetivo estratégico, las diferencias tácticas son cada vez más patentes, hasta llegar al punto de que los americanos pretenden evitar que Barley sea su hombre clave para reemplazarlo por un profesional del espionaje. Al ser un relato basado en un libro de un escritor británico (John Le Carré) el resultado final hace hincapié en que los americanos, descritos como fanfarrones, agresivos y despiadados, acaban siendo burlados pese a las advertencias de los británicos.

La relación entre Katya y Barley se va haciendo más íntima a la vez que se ponen de manifiesto los intereses morales de Dante. Los encuentros entre ellos dos ponen de manifiesto la sinceridad de Barley, que en ningún momento oculta el hecho de que el manuscrito ha caído en las manos de los servicios secretos. Los dos actúan de buena fe, pese a que el resultado final es absolutamente dispar en ambos personajes.

Cuando parece que la CIA va a validar la incapacidad del poderío soviético para llevar a cabo un ataque nuclear exitoso, lo que dejaría sin trabajo a los espías, Barley decide traicionar las instrucciones recibidas y entregar el manuscrito al KGB a cambio de la inmunidad de Katya y su familia. Una forma moralmente aceptable de lograr sus propósitos y engañar a la CIA.

Una de las curiosidades que se describen en el film es el protocolo de actuación para descubrir si un informante es fiable o no. Las pruebas se llevan a cabo en una casa apartada donde el aspirante es profusamente interrogado y pasado por el detector de mentiras hasta llegar a la conclusión de que no tiene ninguna motivación ideológica, lo que le lleva a ser rechazado, en primera instancia, por el máximo responsable de la operación. Otras cuestiones tratadas son las relaciones entre los servicios secretos y un ciudadano, que no es un enemigo, pero que mantiene una independencia de criterio que causa desconcierto a los profesionales del espionaje; los encuentros discretos con la fuente de la filtración que se producen en diferentes localizaciones, siempre en presencia de público, y que muestran una imagen realista de la situación de la Rusia tardo-soviética; el aburrimiento de los espías que dependen tanto de la tecnología que su trabajo pierde cualquier aliciente.

La cuestión más relevante es la relativa a digerir el hecho de que la amenaza soviética no tiene la capacidad operativa que le atribuyen los informes oficiales. En definitiva, cómo justificamos el trabajo de los servicios de seguridad cuando sabemos que el enemigo no puede hacernos daño. Este pudo ser el dilema que afrontó Reagan hasta que aprendió a confiar en los soviéticos y descubrió con sorpresa que ellos tenían el temor de padecer un ataque nuclear que no formaba parte de los planes del mandatario estadounidense. Fueron momentos clave en que los dos dirigentes descubrieron que se podía confiar en la otra parte o, como dice un proverbio ruso: “confía, pero comprueba”.

@salenko1960