Conocí esta obra de Mike Olfield durante mi adolescencia, la escuchaba con auriculares por las noches y me daba pié a imaginar viajes espaciales, ensoñaciones espirituales y otros contenidos evocadores que iban siempre envueltos con los misteriosos sonidos y la creatividad armónica con la que se combinaban admirablemente los instrumentos y las melodías.
Cuando supe que todo era obra de un solo músico, mi admiración creció aún más. Al parecer todo se gestó en un estudio de grabación donde Olfield fue grabando por separado un montón de pistas de audio, mezclándolas todas ellas con gran esfuerzo de sincronización (entonces no se utilizaban los medios digitales). Debió de ser un alarde de creatividad musical que le dejó un gran vacío de ideas. No conozco otra obra de este autor que esté a la altura de Tubular Bells, aunque reconozco que su hermana hizo un disco muy meritorio, sacando partido de una voz cristalina que causó gran sensación.
Aunque entonces no había visto la película de “El Exorcista” reconozco que la inclusión de algunos pasajes de la obra en la banda sonora original, le aportan un ambiente inquietante y una tonalidad siniestra que, en mis primeras audiciones, yo no reconocía en absoluto.
De la unión de este residente en Ibiza con Richard Branson, nació el sello discográfico “Virgin” que permitió a Branson ganar un buen puñado de dinero y convertirse en un icono de los negocios de finales del siglo XX.
Este álbum se enmarca ahora en lo que se conoce como “rock progresivo” junto a la obra de otros artistas que mencionaré en futuros artículos.
Esta es la introducción del tema principal
Otro momento
La apoteosis con la aparición de las campanas tubulares
@salenko1960