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Cuarta singladura: Reagan – Gorbachov

De alguna manera nos situamos en el episodio final de la Guerra Fría, después de este periodo se produjeron los últimos sucesos que finiquitaron el imperio soviético: la caída del Muro de Berlín y el golpe de estado en la URSS.

SITUACIÓN PREVIA

Ronald Reagan provenía del mundo sindical, concretamente del sindicato de actores. Como Presidente de la Nación se caracterizó por la dureza de sus planteamientos antisoviéticos, los consideraba, en un primer momento, los enemigos del sistema americano. Para hacer frente a ellos, se rodeó de un grupo de asesores y consejeros que buscaban el mayor grado de acoso a la influencia soviética en todo el mundo. Se acuñó el término full court press (traducible como “presión en toda la cancha”, término propio del baloncesto) con el que se pretendía hacerles perder el terreno que habían ganado con la débil presidencia de Carter.

Su primer mandato (20 de enero de 1981-20 de enero de 1985) puso de manifiesto una dependencia excesiva de sus consejeros en cuestiones técnicas e ideológicas. Impulsó los trabajos del “Comité sobre el Peligro Actual”, que sostenían la existencia de una “ventana de vulnerabilidad” que aconsejaba un rearme en las Fuerzas Armadas basándose en la superioridad tecnológica de EEUU sobre la URSS, especialmente la incipiente tecnología informática.

Reagan criticó a la ONU por no saber diferenciar entre países autoritarios y totalitarios, esta crítica dejó sus secuelas en la falta de apoyo económico a los planes de la UNESCO. Tampoco se sintió interesado por la distensión, más bien le parecía una mala idea que debilitaba las opciones legítimas de hacer prevalecer los principios americanos (motivo por el que fue catalogado como «cowboy” en muchos discursos de la izquierda europea).

Por su parte, Mijaíl Gorbachov había sido elegido secretario del PCUS (11 de marzo de 1985), poniendo fin a la escuela estalinista, al poco de iniciar Reagan su segundo mandato. Prácticamente se pasó los dos primeros años siguiendo la ortodoxia planteada por Yuri Andrópov. Se le designó por su juventud y por sus conocimientos en economía, para entonces era patente el deterioro de los cimientos del poder soviético.

Una de sus primeras medidas fue, paradójicamente, ruinosa para las arcas públicas; se trataba de una campaña contra el alcoholismo que se impulsó a todos los niveles. El gigantesco déficit lastró casi todas sus políticas, se podría decir que ante la dialéctica de “cañones o mantequilla”, los dirigentes anteriores a Gorbachov, habían elegido la primera opción.

Con estos mimbres y la ayuda de Shevardnadze se propuso cambiar la imagen de la URSS para impulsar otra más abierta y optimista (1987). Con sus medidas se ganó la confianza de los apparatchiks ilustrados, los hijos del XX Congreso del PCUS; se otorgaron privilegios de reunión con extranjeros (como se refleja en la película “La casa Rusia”).

Para cuando Gorbachov se había afianzado en el poder, Reagan ya había cambiado su actitud inicial. Una vez que se había logrado aumentar el arsenal de misiles y cada vez más consciente del poder destructivo de las Armas Nucleares, había relevado en junio de 1982 a uno de los “halcones” más significativos (Alexander Haig) y nombrado a George Shultz para negociar de igual a igual con los soviéticos, pese a la oposición de George Bush, Caspar Weinberger y William Casey, pero con el apoyo de Nancy Reagan. Pese a ello, los dirigentes rusos desconfiaban de la nueva actitud de Reagan y la tachaban de electoralista. Reagan impulsó un nuevo marco de relaciones en noviembre de 1984 en la ONU, se realizaron dos rondas de negociaciones pero con pocos progresos por el escollo que supuso la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE), también conocida como “Guerra de las Galaxias”.

LOS RASGOS PSICOLÓGICOS DE RONALD REAGAN

Reagan era un gran comunicador, aptitud muy valorada en los líderes políticos de EEUU. Muchas de sus promesas electorales se conformaron como reacción a la política “supuestamente débil” del presidente Carter. Su evolución ideológica pasó de denominar a la URSS como el “Imperio del mal” a considerar amigos a los soviéticos, en especial a Gorbachov. Pudo tener que ver con un proceso de asimilación de información más que con un cambio de personalidad. A fin de cuentas, él se había desempeñado como actor y debía pensar cuál de sus papeles era el más adecuado a las circunstancias cambiantes.

Ideológicamente no mostró interés por saber demasiado sobre el comunismo, no le interesaba conocer a fondo esa ideología porque se sentía cómodo representando los valores americanos en un contexto de confrontación militar. Tampoco era un despiadado militarista como se le tachó a veces. Él nunca albergó planes de ataque preventivo contra la URSS y se sorprendió al descubrir que los rusos estaban seriamente preocupados con esta posibilidad. La disuasión le parecía una baza poco sensata y le repugnaba la idea de la “Destrucción Mutua Asegurada” (MAD), porque no contemplaba la posibilidad de ganar la confrontación. Si los EEUU han conseguido desbancar tecnológicamente a la URSS, también serán capaces de arruinar sus planes de expansión ideológica, debió de pensar.

En cuando a la IDE, le pareció más sensato que la doctrina MAD porque se apoyaba en la incontestable supremacía tecnológica y científica de los EEUU. Pese a que existía un serio obstáculo para hacerla viable, dado que exigía una gran inversión en costosísimos ensayos para hacer que el sistema distinguiera entre las cabezas nucleares reales y falsas. El desastre del Challenger (enero 1986) puso en duda la capacidad operativa de la IDE, pero obligó a los soviéticos a replantearse su estrategia nuclear. Para mejorar sus opciones políticas, fue capaz de amañar un experimento para engañar al Congreso con el fin de lograr fondos. Los soviéticos le acusaron de incumplir los acuerdos ABM firmados por Nixon y Brezhnev pero le dio la vuelta a esta acusación utilizando como excusa que el radar de Krasnoyarsk, fue el primer incumplimiento (los soviéticos así lo reconocieron en 1989 y lo desmontaron).

El primer encuentro entre ambos se produjo en la cumbre de Ginebra en 1985, Reagan tenía 74 años y Gorbachov, veinte menos. La puesta en escena de este encuentro permite sacar algunas conclusiones sobre la personalidad de ambos mandatarios: Reagan, alto, elegante y dominador de la situación frente a un Gorbachov vestido como un provinciano, ataviado con abrigo y bufanda  como si llegara de una dacha en pleno invierno a visitar a su poderoso tío millonario para pedirle un préstamo (permítaseme la licencia literaria).

Ambos se casaron con mujeres inteligentes y sofisticadas, que proyectaban una imagen de mujer independiente y comprometida con los cambios que se deseaban impulsar. Raisa y Nancy congeniaron muy pronto y aportaron un tono cálido y casi familiar a las relaciones entre los dos presidentes.

LOS RASGOS PSICOLÓGICOS DE MIJAIL GORBACHOV

Cuando fue nombrado Secretario General del PCUS, estaba considerado como un hombre inteligente, perspicuo y fino. Entre tanto carcamal estalinista, Gorbachov debió suponer un revulsivo con el que el Régimen trató de hacer el ansiado relevo generacional.

Las cuestiones ideológicas jugaban un papel muy secundario; pese a ser un leal comunista, prefería centrarse en las reformas administrativas que debían impulsar la debilitada economía soviética.  Para ello se centró en la política exterior y nombró a Shevardnadze como su mano derecha. Logró un impacto muy significativo incluso en países muy enfrentados con los intereses soviéticos, como es el caso del Reino Unido, llegando a conseguir que su primera ministra Margaret Thatcher, hablase bien de él al presidente Reagan.

Su optimismo era otro de sus rasgos destacados, un optimismo que, con frecuencia, crispaba a los dirigentes más recalcitrantes pero que no llegaron a conformar un contralíder hasta que le llegó el momento a Boris Yeltsin. Su oposición a las soluciones militares tuvo que ver con el hecho de que consumían buena parte de los recursos económicos dentro de un país con grandes lagunas de producción en artículos de consumo y que no lograba dar la réplica a la tecnología informática que, en el lado capitalista, estaba revolucionando los procesos administrativos.

Supo aprovechar algunas circunstancias para convertir al complejo militar industrial soviético en el “chivo expiatorio” de los males económicos, un ejemplo de esto fue el incidente de la avioneta alemana que aterrizó en la Plaza Roja (incidente de 1987 en el que Mathias Rust puso en evidencia el sistema de defensa aéreo soviético). Mientras, los apoyos logrados en política exterior (granjeándose la simpatía de Miterrand, González y Troudeau) le reportaban un soporte financiero que aliviaba la situación económica. Incluso llegó a permitir las inspecciones de la OTAN, lo que horrorizaba a muchos de sus generales por la posibilidad de que se descubrieran las “aldeas Potemkin”[1].

Cuando tuvo conciencia del peligro nuclear, reaccionó impulsando la transparencia del Estado, acuñando el término Glasnost que, junto al de Perestroika (reestructuración), se ha convertido en parte de su legado histórico. A pesar de ello, el incidente de Chernóbil (abril 1986) puso a prueba esta retórica y el resultado fue una reacción del Estado acorde con las antiguas fórmulas estalinistas de ocultación y de restar importancia. Esta falta de compromiso parece propia de un político occidental pero fue lo que, a la postre, posibilitó las renuncias que tuvo que hacer el Kremlin para llevar a cabo unas conversaciones de paz que estuvieron a punto de destruir las armas nucleares. Porque este hombre era más un constructor de consenso que un guerrero.

CONTEXTO GEOPOLÍTICO

Sin ánimo de ser exhaustivo, merece la pena hacer un repaso de los acontecimientos en los que estuvieron enfrentadas estas dos figuras. La invasión de Afganistán ya se había convertido en el Vietnam soviético cuando Gorbachov llegó al poder, su deseo de retirada se debió a problemas financieros más que a la voluntad del inquilino del Kremlin.

La cuestión de Centroamérica fue más peliaguda porque Reagan adoptó una posición más intransigente, la situación de Nicaragua la convirtió Reagan en un asunto ideológico de primer orden que a punto estuvo de costarle el “impeachment” por las contradicciones en que incurrieron sus colaboradores más cercanos cuando se descubrió el asunto Iran-Contra.

En Oriente Próximo la situación parecía dar un vuelco favorable a la paz cuando Yasir Arafat, en 1988, admitió el derecho de Israel a la propia existencia como Estado. Mientras en el Golfo Pérsico, Reagan había borrado a Irak de su lista de países terroristas (confiaba en que esto podía ser una buena baza contra la URSS) y se produjo el incidente del destructor Stark (mayo de 1987) que provocó una serie de ataques contra aviones civiles en la zona.

En Europa, Gorbachov se planteaba la conveniencia de desplegar los nuevos misiles SS-20. Reagan seguía apoyando al sindicato Solidaridad en Polonia y se mantenía un boicot tecnológico a la URSS que molestó a los aliados europeos porque entorpecía el proyecto de construcción de un gaseoducto. En octubre de 1986 se produjo la cumbre de los dos presidentes en Islandia, en la cual se resolvieron más cuestiones relacionadas con el desarme que todos sus predecesores juntos, aunque Gorbachov hizo casi todas las concesiones.

CONTROL DE ARMAS

Desde marzo de 1983, Reagan había sacudido los cimientos de la contención aprobando el proyecto IDE como parte de su estrategia de doblegar a los soviéticos. Gorbachov se pasó mucho tiempo discutiendo sobre contramedidas a esta Guerra de las Galaxias y solo consiguió acordar con Reagan la desmilitarización del espacio. Este proyecto fue el único obstáculo que impidió alcanzar un acuerdo de destrucción de todas las armas nucleares propuesto por Reagan.

El Reagan del segundo periodo fue el que firmó el acuerdo INF en 1987. El tratado eliminó los misiles cuyo rango estuviera entre 500 y 5.500 kilómetros. Con ello se procedió a destruir 846 por parte de los EE.UU y 1.846 por parte de la Unión Soviética. Bajo este tratado, ambas partes tenían permiso, por primera vez,  para inspeccionar las instalaciones militares del otro. Este principio encaja con el proverbio ruso de “Confía pero comprueba”. Aparte del rechazo de ambos dirigentes a una confrontación nuclear, en el caso de Reagan, pudo influir la presión pública; en 1982 se produjo la mayor concentración de la historia para protestar contra las armas nucleares.

El compromiso más claro con la reducción de armas lo tuvo el presidente Gorbachov, cuando pidió, en la ONU, eliminar la ideología de las relaciones internacionales (principio contrario al pensamiento estalinista vigente hasta entonces en la URSS) y cuando anunció una relación unilateral de las Fuerzas Armadas en el Ejército Rojo.

¿GANÓ REAGAN LA GUERRA FRÍA?

Muchos analistas han debatido esta cuestión, porque supondría una preponderancia ideológica extrapolable a todo el Globo. No se puede negar que la agresividad militar del primer mandato de Reagan supuso un problema para el sistema soviético, con unos dirigentes envejecidos que no pudieron afrontar los desafíos económicos con los recursos adecuados. El mandato de Gorbachov, si bien liberó a la URSS de algunas de sus obligaciones militares, no fue lo suficientemente decidido como requería la situación, albergando el descontento, tanto de los elementos más decididamente comunistas, como de los que esperaban un rebrote de la economía que aligerase las penurias de la población civil. La brecha entre un sistema fuertemente apegado a una ideología que no se había adaptado a los tiempos modernos (especialmente combatiendo la corrupción de sus élites) y otro que aprovechaba los avances tecnológicos para impulsar unos hábitos de consumo que proyectaba a lo más alto el poder de los estados europeos, fue, probablemente, la causa real del colapso de la URSS.

Pese a que Reagan puso mucho de su parte para evitar una conflagración nuclear y llevó a cabo una contraofensiva ideológica en el Tercer Mundo, que ocasionó muchos quebraderos de cabeza a los soviéticos, parece ser que la debilidad interna de la URSS ya era patente sin esta presión añadida.

Las concesiones de Gorbachov jugaron un papel trascendental para mejorar la imagen de la URSS, sobre todo la exterior, pero no fue suficiente para reformar una Administración rígida y corrupta, incapaz de tomar conciencia de las necesidades ciudadanas. Por otro lado, si admitimos la hipótesis de que Reagan ganó la Guerra Fría, resulta evidente que este logro se consiguió a costa de pagar un precio muy alto como fue desatender los problemas nacionales de los EEUU, que heredaron los presidentes que sucedieron a Reagan.

@salenko1960, agosto 2017

[1] Los pueblos Potemkin hacen referencia a los creados por el Duque Grigori Potemkin con figurantes que representaban el papel de felices aldeanos cuando la zarina Catalina II de Rusia pretendió visitar la recién conquistada península de Crimea. Con este ardid logró encubrir la verdadera situación catastrófica de la región.

 

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Personajes de la GF: Winston Churchill

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En el idioma español, la palabra rebelde describe la posición de alguien que no está conforme con la situación actual. Cuando alguien se resiste a los acontecimientos, cuando no acepta  las cosas tal como son, le queda la posibilidad de orientar su energía psíquica hacia la defensa de su personalidad (surgen así los mecanismos de defensa que Sigmund Freud describió tan acertadamente) o bien adopta una actitud más proactiva que le lleva a cambiar el equilibrio de la situación, actuando sobre algún elemento de la cadena de acontecimientos (lo que nos lleva al perfil revolucionario).

Churchill no era un revolucionario como lo era Stalin, pero su forma de afrontar las circunstancias de la guerra contra la Alemania de Hitler fue lo más alejada posible de una política convencional. En lugar de prometer una victoria inapelable, prometió “sangre, sudor y lágrimas”. En lugar de confiar en sus propias fuerzas, buscó debilitar al enemigo pidiendo apoyo a los dos opuestos ideológicos del Fascismo: el Comunismo Revolucionario y el Capitalismo Emergente. En vez de aliarse con los que pensaban como él, fue capaz de entenderse con alguien tan opuesto como Stalin, pese a que personificaba unos valores radicalmente contrarios a sus creencias.

No fue un alumno aventajado, aunque las Matemáticas y la Historia no se le daban mal. Su relación con su padre debió de ser muy complicada pese a que, en el fondo, siguió sus pasos y se dedicó a la política. Si alguna vez tuvo como referencia a su ascendiente, el Duque de Marlborough, fue con la intención de hacer acopio de tenacidad, pese a que su situación estratégica le llevó a hacer causa común con un francés (a los que tanto hostigó el auténtico duque) como el general De Gaulle.

¿Qué hace un rebelde cuando desaparece la figura a la que tanto se opone? Deprimirse hasta que logra encauzar su rebeldía hacia otro objetivo.

¿Cómo reacciona alguien que había mostrado tanto empeño y determinación cuando dispone de todo el poder y la gente le pide que imponga un rumbo a los acontecimientos? Esto es lo que debió pasarle cuando la sociedad británica le reconoció el mérito de acabar con la amenaza Nazi. ¿Y ahora qué?, se debió de preguntar en aquel momento, supongo que buscó/debió de buscar en su amplísima memoria histórica para llegar a la conclusión de que tenía que ocuparse del Imperio. La civilización británica se había expandido por los cinco continentes difundiendo los valores occidentales de: educación responsable, liberalismo económico, democracia representativa y ampliación del conocimiento científico. ¿Qué podría salir mal? Las fuerzas propias, debieron de responderle los ciudadanos británicos. Éstos votaron a su rival político, seguramente porque prefirieron recuperarse de los esfuerzos de la guerra y centrarse en mejorar sus condiciones de vida.

Cuando se dio cuenta de lo que suponía una amenaza a los valores occidentales, describió con su certera pluma de periodista la amenaza del comunismo internacionalizado, acuñó el término de “telón de acero” y se armó de argumentos para denunciar el complot.

Recuperó el poder, pero sus excesos con el alcohol le pasaron factura y se convirtió en el anciano venerable que entendía el funcionamiento de la Geopolítica pero le regaló esa visión trascendental al Presidente de los EEUU, relegando a Europa a un papel secundario. Había ganado la guerra pero, seguramente, perdió la paz. La Guerra Fría se fraguó en el viejo continente porque el problema de la desigualdad y del reparto de la riqueza no era compatible con la dictadura del proletariado, que era contraria a los valores cristianos del derecho a la propiedad y reconocimiento del esfuerzo individual. El mundo estaba preparado para experimentar en todas las latitudes pero la guerra había encontrado un arma definitiva. La nueva regla imponía que el primer país en usarla saldría también como perdedor. Los soldados ya no eran tan eficaces como los espías. Todavía no nos hemos recuperado de este cambio.

Un detalle de su mejor versión. Cuando Laura Ormiston la líder de la Liga por la Pureza Social le espetó públicamente lo siguiente: “Si fuera mi marido, le pondría veneno en el café”, él con su característica flema le respondió: “Y si yo fuera su marido, me bebería ese café”.

@salenko1960