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Primera singladura: Truman – Stalin

La relación entre ambos

Su primer encuentro tuvo lugar en Potsdam, poco antes del final de la Segunda Guerra Mundial. Era el tercer encuentro entre los aliados (tras las reuniones de Teherán, y Yalta) y Truman sucedía al recientemente fallecido Roosevelt. El clima de colaboración seguía siendo favorable y compartieron amigablemente sus planes para acabar con la amenaza del Imperio nipón.

Los rasgos psicológicos de Truman han dejado poco rastro en los libros de Historia (ver entrada de blog “perfil psicológico de Truman”). Podría  deducirse falsamente que fue el primer “Presidente por accidente[1]” de la GF, sin embargo, las decisiones que tomó marcaron el rumbo de los acontecimientos posteriores. Ya sea por iniciativa propia o por influencia de Churchill, el hecho es que se convirtió en el primer adversario serio de Stalin y fue el responsable de hacer volar por los aires el entramado de alianzas geopolíticas que surgió tras el fin de la 2ªGM.

Un factor determinante en sus relaciones políticas fue el hecho de que Truman ejerció su primer mandato con la convicción de que era el “Gendarme del mundo”, por el hecho de que sólo EEUU disponía del arma nuclear. Pero en 1949 se comprobó que los soviéticos también disponían de este tipo de artefactos. Otro factor fue su dependencia inicial de los asesores que heredó del fallecido Franklin D. Roosevelt. El equilibrio del terror marcó los siguientes 30 años de GF.

En cuanto a Stalin, su carácter le hacía sospechar de todos cuantos le rodeaban y nada hace pensar que no sintiera una gran desconfianza hacia Churchill y, por ende, hacia Truman. Su visión revolucionaria le hacía concebir a estos personajes como líderes de estado burgueses que, más pronto que tarde, se convertirían en enemigos de los bolcheviques. Sin embargo, en un principio, le resultó más cómodo aparentar una confluencia de intereses geopolíticos para extinguir la amenaza nazi.

En este contexto, ninguna de las dos partes quería aparecer como el verdugo de las expectativas de cooperación que la gente mantenía tras los extenuantes sacrificios de la pasada guerra. Las dudas que pudieran albergarse quedaron diluidas con tres momentos trascendentales. El 9 de febrero Stalin se dirigió  a los dirigentes de la URSS en el teatro Bolshói: tras hacer un balance euforizante de la capacidad del ejército rojo para defender los intereses del comunismo, preparó a los cuadros para las confrontaciones futuras que se pudieran avecinar. A requerimiento de Washington, el diplomático George Keenan telegrafió un mensaje en el que ponía de manifiesto la naturaleza hostil del régimen soviético, en lo que se conoce como “Telegrama Largo”. Mucho más conocido ha resultado el discurso del 5 de marzo en Fulton (Missouri) donde Churchill (avalado por Truman) pidió una respuesta de la civilización cristiana y alertó a los dirigentes angloamericanos ante la amenaza comunista que se cernía sobre Europa.

Plan Marshall

El invierno de 1947 había sido tremendamente riguroso para Europa Occidental, la reconstrucción iba demasiado lenta y la escasez de recursos empezaba a convertirse en un arma política. La visión de Truman era favorable al comercio internacional, pero, si no había recuperación económica, ¿cómo podía dinamizarse el comercio? En enero de 1947 nombró a George Marshall Secretario de Estado. Éste hace un comentario despectivo con relación a la inoperante conferencia de ministros de Asuntos Exteriores de Moscú (de marzo a abril de 1947): “el paciente estaba muriéndose mientras los médicos deliberaban” y propone un plan de ayuda económica masiva para reconstruir la Europa destruida por la guerra.

Stalin descubre unas conversaciones secretas entre los angloamericanos. Además, se da cuenta de que las potencias occidentales no tienen en mente una Alemania centralizada y neutral. Teme que le recorten las indemnizaciones de guerra que él esperaba, tampoco le llegan los créditos prometidos tras la guerra. Llega a la conclusión de que el Plan Marshall es un proyecto destinado a reducir la influencia soviética en Europa.

El 2 de julio decide oponerse y presiona a los países del Este para que rechacen esas ayudas. Esta decisión provoca una crisis política en Checoslovaquia. Propone el Plan Molotov como contrapartida, Stalin pasa de la contemporización con los países occidentales al contraataque feroz. Durante el otoño da instrucciones para desestabilizar Francia e Italia mediante huelgas y manifestaciones organizadas por los partidos y sindicatos comunistas. El establecimiento de la Kominform (reemplazando a la Komintern) se vio acelerado por el Plan Marshall.

Gracias al Plan Marshall, Truman contuvo el avance del comunismo en Europa Occidental. La Agencia Central de Inteligencia jugó un papel destacado, especialmente en las elecciones italianas del año 48, cuando la CIA movilizó a la población italoestadounidense para escribir cartas disuasorias a sus familiares para que no apoyasen al Partido Comunista. También la Iglesia Católica se pronunció desde los púlpitos para impedir la victoria comunista que vaticinaban los pronósticos. Europa padecía muchos problemas económicos y sociales, con una población de desplazados y refugiados equivalente a la de un país mediano. En la Europa Oriental o del Este, muchos temían las represalias de Stalin por supuestos crímenes de guerra y buscaban emigrar al Oeste, tanto en Alemania como en Hungría, Checoslovaquia y Rumanía principalmente. Los judíos se marcharon de Polonia creando un problema para las autoridades de ocupación, esta situación de repatriación forzosa se mantuvo hasta 1947, con el inicio de la Guerra Fría, y en 1948, con la creación del estado de Israel.

Los planes de inversión del Plan Marshall dejaron en un segundo término los programas de desnazificación de Alemania. Estos programas se llevaron a cabo con mucha intensidad y coordinación los primeros años de ocupación, pero luego ambos presidentes se dieron cuenta de que los antiguos nazis podían serles de utilidad para impulsar las reformas sociales que ambos pretendían. Se pasó de una política de acoso a otra de captación, en 1951 se producen las últimas ejecuciones de nazis en Alemania, ante un clamor de súplicas pidiendo clemencia. Un aspecto chirriante es que, en los juicios de Nuremberg, las autoridades soviéticas juzgaban a sus antiguos contendientes por crímenes que ellos mismos habían alentado. Stalin era de la opinión de que un soldado que ha pasado por la sangre, el fuego y la muerte está legitimado para pasar un buen rato con una mujer o llevarse alguna cosilla.

Bloqueo de Berlín

La ocupación de los aliados se distribuyó en cuatro zonas: francesa, británica, norteamericana y soviética. Berlín quedaba en el interior de la zona soviética (unos 200 km.) y dividida, a su vez, en cuatro sectores. Francia opinaba que una Alemania dividida y que pagase reparaciones impuestas tras la guerra era la mejor opción, pero Stalin consideraba que era más seguro cobrar de una Alemania unida (como se acordó en Potsdam). EEUU consideraba que esta propuesta era una estratagema para dominar toda Alemania, así que deciden, junto con los británicos, interrumpir los pagos de sus zonas a la URSS. Además, Byrnes promete un autogobierno a los alemanes y garantiza la presencia de tropas norteamericanas por tiempo indefinido.

Stalin considera esta unión alemana-norteamericana una nueva amenaza para la URSS. Empieza a presionar las comunicaciones con Berlín, en marzo de 1948 pone restricciones al tráfico por carretera y el 24 de junio corta por completo ese tráfico desde las otras zonas a Berlín. Los otros aliados responden con un contrabloqueo de Berlín oriental.

Truman entiende estos acontecimientos como una prueba al compromiso de los norteamericanos con las libertades. Decide abastecer Berlín mediante un puente aéreo y enviar 60 bombarderos B-29 al Reino Unido. Por primera vez la amenaza nuclear se vuelve explícita.

Stalin se da cuenta de que está perdiendo la batalla propagandística. Además, el contrabloqueo resulta económicamente doloroso. En mayo de 1949 levanta el bloqueo. Ese mismo año se crea la República Federal Alemana y, poco después, la República Democrática Alemana, símbolo de la Guerra Fría en Europa. Las zonas de influencia se convierten en los territorios donde ambos bandos fijan sus propias reglas de juego. Ningún estado declara la guerra, pero la desconfianza mutua y la intuición de que los otros albergan intenciones hostiles propician una carrera armamentística imparable para rechazar un hipotético ataque preventivo. Esta consideración prebélica fija la política exterior y, en mayor o menor grado, la política interior de las dos superpotencias. Probablemente los errores cometidos con el Reich obligan a los gobernantes a sobreactuar militarmente.

Mientras tanto, en el resto del mundo, los procesos de descolonización se ven mediatizados por esta contienda en la que ambas superpotencias rivalizan por poner su propia concepción del orden en un mundo que busca un equilibrio imposible. Se consolida la Guerra Fría como forma de aglutinar los problemas de nacionalismo y de reformas sociales.

La Contención

Para Stalin, Truman se estaba comportando de forma deshonesta en Europa. Aunque quería mantener la Gran Alianza, tenía en China una revolución de inspiración comunista que se mantenía a duras penas haciendo la guerra contra las tropas nacionalistas del Guomindang. Stalin no se fiaba de Mao, consideraba un error realizar la revolución apoyándose en los campesinos en lugar del proletariado industrial, pero es que en la China del momento apenas existía un tejido industrial consistente. “Marxista de margarina” era el apodo con el que Stalin menospreciaba a Mao. Esta mutua desconfianza llevó a Mao a no tomar en consideración la propuesta de Stalin de detenerse a orillas del rio Yangtsé para formar un gobierno de coalición con los nacionalistas. La vía china a la revolución comunista logró sus objetivos el 1 de octubre de 1949.

Stalin maniobró para pactar con los chinos un acuerdo estratégico, pero la frontera asiática formaba parte del área de influencia soviética y no desaprovechó esta circunstancia para mostrar su poderío al presidente Truman. Este ya había definido una política de contención del comunismo en todo el mundo. Su famoso discurso ante el Congreso para pedir una ayuda destinada a Grecia y Turquía mostró su fuerte compromiso con las libertades de elección de los pueblos: “la política de Estados Unidos debe consistir en ayudar a los pueblos libres que luchan contra las minorías armadas o las presiones exteriores que pretenden sojuzgarlos” (doctrina Truman). La venganza de Stalin sería apoyar los planes de Kim Il Sung de anexionarse Corea del Sur en 1950.

Su visión de la guerra en Asia era que, si Corea del Norte empezaba a perder la guerra, China acudiría en su ayuda y una guerra larga y prolongada entre China y Estados Unidos sería una buena cosa para la URSS. Lo cierto es que esta guerra supuso una escalada en la militarización de la Guerra Fría y aniquiló las conversaciones de paz y los acuerdos en Europa. Incluso provocó que el general MacArthur plantease el uso de bombas nucleares, humillado por los avances chinos. Pero Truman temía que esa escalada provocase una tercera guerra mundial o, al menos, un nuevo frente con los soviéticos en Europa. De hecho, Stalin había ordenado que los países satélites europeos creasen ejércitos modernos a la mayor brevedad. También había conseguido acelerar sus planes nucleares, aunque no tenía forma de arrojar la bomba atómica sobre territorio estadounidense. Para Truman, lo que estaba en juego en Corea era el prestigio de la ONU y no escatimó esfuerzos para llegar a un equilibrio político. Finalmente, en 1951, se llegó a una situación que restablecía el “status quo”, lo que facilitó el final de las hostilidades. Una de las películas que explicó las condiciones en las que se desarrolló la guerra de Corea fue “Paralelo 38” (1952).

Repercusiones

Las repercusiones de la guerra de Corea en Asia fueron que Stalin aumentó la ayuda militar a China, convencido de que Mao no se convertiría en un nuevo Tito. Truman se radicalizó contra el avance del comunismo y se mostró partidario de combatirlo aunque fuera unilateralmente, sin la ayuda de las potencias coloniales. Admitió a Japón como un baluarte en su estrategia de contención y junto con Formosa, Filipinas, Australia y Nueva Zelanda convirtió esta cadena de islas del Pacífico en su principal eje defensivo.

Las repercusiones en Europa fueron el refuerzo de la OTAN con una estructura de mando unificada, la formación de una fuerza de tierra con 96 divisiones, para contrarrestar la presencia militar que Stalin había propiciado en el Este; la incorporación de Grecia y Turquía (en 1952) y el restablecimiento de relaciones con Franco y con Tito. Truman rompió con la vieja doctrina aislacionista de Estados Unidos en tiempo de paz y envió 4 divisiones al continente que permanecieron por más de 40 años. Incluso permitió el rearme de Alemania incorporándola a la OTAN, pese al recelo de los franceses.

Las diferencias entre las dos superpotencias en relación con Alemania motivaron que la opinión pública norteamericana viese en Stalin un estadista ambicioso y tiránico que no conocía límites. Cuando Truman tuvo que hacer frente a la reelección (en 1948), se dio cuenta de que no ganaría con un discurso conciliador con la URSS. Pese a todos los pronósticos, logró imponerse a su adversario republicano gracias a una intensa campaña en la que recorrió la nación de punta a punta y a su apuesta por los derechos civiles. Finalmente, ambos mandatarios dejaron el poder el mismo año, aunque por causas diferentes. Truman dio el relevo al republicano Eisenhower, Stalin falleció por un accidente cerebrovascular y le sucedió una troika en la que se impuso Nikita Jrushchev. Los cimientos de la Guerra Fría habían sido fijados por estos dos personajes.  Los líderes victoriosos del mundo en guerra, empezaron aliándose para acabar con un dictador fascista y acabaron combatiendo entre sí para imponer su visión de un nuevo orden mundial.

 

[1] Truman accedió a la presidencia tras la muerte de Roosevelt, al ser su Vicepresidente.

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Cuatro singladuras para la Guerra Fría

¿Qué supuso la GF para la civilización occidental? Esta es una pregunta que sólo se puede responder con fórmulas complejas. En el contexto africano, parece apropiado hablar de que la Guerra Fría supuso el inicio de los procesos de descolonización que dieron la puntilla a las aspiraciones coloniales de las potencias europeas, precedidas por dos guerras mundiales. La creación de la ONU supuso la salvaguardia de la resolución política de los conflictos, aunque no siempre se pudo evitar el recurso a las armas. Para la mayoría de los países asiáticos, supuso un largo periodo de industrialización que determinó la fórmula para acceder a la vida modernasin pagar el mismo precio que las potencias occidentales por imponer sus ideales de modernidad.

Desde el punto de vista de ambos contendientes, su influencia a escala global les llevó a un protagonismo que, seguramente, ninguno de los dos bandos se había planteado. Fue una forma de ocupar una posición hegemónica pese a que ello suponía desatender las cuestiones de régimen interior.

En una perspectiva europea, supuso lo contrario. Dejamos de estar en el primer plano de la geopolítica para ser, en algunas ocasiones, un peón en el inmenso tablero de juego; en otras, un soldado fiel y disciplinado para uno de los dos bandos, hasta que se produjo la toma de conciencia del riesgo a perderlo todo. Tal vez fuimos los primeros en darnos cuenta de que la tercera guerra mundial sería la última que libraría la humanidad antes de extinguirse mutuamente y dejar paso a un linaje de cucarachas resistentes a la radiactividad.

Sin embargo, el debate ideológico se fraguó en el viejo continente. Marx fue un filósofo positivista que alumbró una manera científica de dar sentido a la evolución histórica. Si tenía o no tenía razón es algo que todavía se discute, pero de lo que no cabe duda es que su discurso caló muy hondo en decenas de generaciones de todas las latitudes.

Hoy todavía cabe preguntarse si es posible concebir un mundo más justo y respetuoso con los recursos disponibles, una utopía que permita dar sentido a la existencia humana por encima de nuestras diferencias individuales. Una civilización que haga posible el principio de “a cada cual, según sus necesidades; de cada cual, según sus capacidades” sin comprometer los derechos civiles de los colectivos sociales ni la dignidad de ningún habitante por discrepar activamente de la forma de gobierno. Esa civilización podría dar forma a una sociedad que permitiese sin restricciones la manera elegida por cada ciudadano para alcanzar su plenitud sin necesidad de hacer de menos a nadie, logrando el equilibrio perfecto de iniciativa privada y responsabilidad colectiva para lograr el avance de las condiciones de vida de toda nuestra especie.

Para intentar encontrar una respuesta a la pregunta de qué fue lo que falló, yo aporto mi particular punto de vista sobre los enfrentamientos personales que se dieron entre los grandes líderes de las dos superpotencias. Analizando psicológicamente sus perfiles y personalidades, tal vez podamos descubrir las lecciones útiles que podemos extraer para encarrilar nuestro camino hacia un puerto más fructífero, acercándonos esperanzadoramente al futuro.

Las cuatro singladuras que propongo desarrollar comienzan con la confrontación entre Truman y Stalin, dando pie a la etapa inicial de la Guerra Fría. La segunda enfrenta a Kennedy con Krushchev, alcanzando su punto álgido en la crisis de los misiles de Cuba. La siguiente abarca el proceso de distensión que lograron Nixon y Brézhnev. La última será la que puso los cimientos del final de la guerra, la relación de amor y odio entre Reagan y Gorbachov.

Todos estamos en condiciones de juzgar los comportamientos humanos de estas personas, porque todos hemos sido víctimas de sus manejos y sus intrigas. Más allá de los afanes revanchistas, tal vez acertemos a vislumbrar un horizonte de posibilidades para mejorar las cosas, no ya para nuestra generación, pero sí para las futuras.

@salenko1960