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Los tres días del cóndor (1975)

 

Es una película dirigida por Sydney Pollack y protagonizada por Robert Redford, quien da vida al personaje del espía de segunda fila Joseph Turner. Un analista de contenidos políticos de la CIA, que trabaja en una oficina secreta de Nueva York en el momento en que se produce un atentado organizado por asesinos profesionales que acaba con todos sus compañeros. Cuando Turner trata de averiguar por qué quieren acabar con este grupo, aparentemente intrascendente, se produce una persecución por los lugares comunes de Turner que le motiva a secuestrar a una desconocida, Kathy Hale (Faye Dunaway), para desconcertar a sus perseguidores.

¿Cuáles son las tretas que magistralmente expone esta película? En primer lugar, los espectadores se sorprenden al enterarse de que una anodina oficina de un barrio de clase media neoyorkina se dedique a trabajar para la CIA. ¿Cómo es posible que esos agentes no estén en las oficinas centrales de la CIA? Al parecer, se considera que los analistas deben tener vida social para que estén motivados y bien relacionados.

El perfil de Turner es el de un “cerebrito” que podría dedicarse a cualquier actividad intelectual, pero que decide comprometerse con la Agencia por razones que no vienen a cuento para la historia. Se trata de un espía que no lo parece: no lleva armas, desconoce sus propios protocolos y a duras penas recuerda sus claves de acceso, porque su trabajo es aparentemente aburrido e intrascendente; hasta que da con algo que despierta todas las alarmas: las conexiones petrolíferas en Iberoamérica. El solo hecho de que haya descubierto este entramado de intereses geopolíticos le convierte en una persona más valiosa muerta que viva, para no interferir en ciertos planes liderados por un sector poderosísimo de la CIA.

Otra cuestión que se explica con meridiana claridad es la de los trabajos sucios que la CIA prefiere encargar a agentes externos para no tener que “mancharse las manos”. Aquí, Pollack le cede el protagonismo al asesino profesional G. Joubert (Max von Sydow), un europeo frío e inexpresivo pero letal incluso con la persona que, en primera instancia, le contrata pero que luego se convierte en su objetivo, para dejar limpia la trama de asesinatos que ha provocado el caso Turner.

Al parecer, uno nunca está seguro trabajando para la CIA. Si tus ambiciones colisionan con los intereses de la Agencia, puedes acabar siendo asesinado con la colaboración de tu mejor compañero de trabajo.

La última cuestión que quiero analizar es la relación que se sugiere entre los ciudadanos y las “cloacas del Estado” (como bautizó Felipe González a los servicios secretos). En un momento terminal de la película, Turner amenaza a su superior, J. Higgins (Cliff Robertson), con el hecho de que ha contado su historia a un periódico para blindar su vida, Higgins duda de que esa historia vaya a ser publicada porque los intereses políticos priorizan las necesidades de los ciudadanos por encima del respeto a la Ley. “¿Qué les dirán los políticos a los ciudadanos cuando no puedan calentar sus hogares?”.

De alguna forma, se atiene a lo expuesto por Maquiavelo, a quien se le atribuye el principio de que “el fin justifica los medios”. Este principio ha sido utilizado incluso por la Iglesia Católica para quemar herejes y combatir las desviaciones doctrinales.

Lo que nos lleva a la siguiente reflexión: ¿estamos los ciudadanos dispuestos a consentir que el Estado utilice medios -aberrantes para la moral particular- a cambio de garantizarnos la satisfacción de nuestras necesidades? Como dijo Benjamin Franklin, “quien cambia un poco de libertad a cambio de un poco de seguridad, no se merece ni lo uno ni lo otro”. Es decir, la preocupación por las razones morales no es solo una cuestión individual sino colectiva, los derechos ciudadanos nos obligan a estar informados mal que nos pese. Las “verdades incómodas” que podamos descubrir no harán más confortable nuestra vida, pero son la responsabilidad que tenemos por disponer de libertades públicas. Al menos, es algo sobre lo que vale la pena reflexionar.

Esta película está basada en la novela de 1974 “Six Days of the Condor”, de James Grady.

@salenko1960